martes, 23 de diciembre de 2008

El guardián entre el centeno (JD Salinger) vs Botchan (Soseki, Natsume)

Saludos lectores,

Tengo el honor de presentaros una entrada que me ha enviado un amigo que desea permanecer en el anonimato. Poco puedo decir yo a modo de introducción sobre los dos libros que nos presenta ya que no he tenido el placer de leerlos. De todos modos, espero que disfrutéis con su crónica:

Nos encontramos ante dos de las novelas narradas en primera persona más comparadas a lo largo de la historia. Botchan, escrita en Japón en 1906 y The catcher in the rye, 1951. Las diferencias contextuales son más que evidentes, situándose la novela japonesa en la primera madurez de un joven casi huérfano de provincias intentando hacer frente a la emancipación y la vida adulta con su primer trabajo como maestro en una escuela de un pueblo bastante perdido en una isla sureña, mientras que la americana nos habla de un mal estudiante de College que vuelve a fracasar en los estudios y las relaciones personales en un Colegio mayor estadounidense y, más adelante en la novela, en la ciudad que nunca duerme y para con la familia. Las radiografías sociales de ambas obras son excelentes, después de leer el libro de Soseki uno se transforma en un conocedor de los valores y cultura japoneses tradicionales pero también de la creciente influencia del estilo de vida occidental en esos años (en la actualidad tal vez ya completa según podemos leer en los muy celebrados libros de Murakami). Después de leer la primera obra de Salinger uno acaba odiando la gente de los colegios-internados americanos (sólo publicó cuatro títulos entre 51 y 63. Sigue vivo pero no publica novelas).
Sin embargo, el paralelismo entre los dos personajes es evidente: pérdidas familiares tempranas, cierta dificultad en la comunicación con la gente (sensación espectacularmente ampliada gracias a las licencias gramaticales y morfo-sintácticas que los escritores se tomaron en su momento aunque hoy están al orden del día), gran actividad cerebral, nobleza. Estos rasgos, aunque son poco frecuentes en los personajes principales de las novelas, cuadran perfectamente con el ideal del héroe trágico griego. Esto es: Grandes cualidades, pero algún defecto que acerque al protagonista al espectador. No hay novela en que este perfil no se dé (Don Quijote y su locura, Hamlet y sus cavilaciones, los personajes de Auster y sus adicciones o los personajes de Kundera y sus inseguridades. También en los cuentos Disney se repite el esquema. Simba y su asesinato, Aladín y su ansia de poder, la Bestia y su maldición, etc.). Pero en estos dos personajes, parece que la imperfección y la “pringadez” es más evidente que las bondades, por ello se les atribuye a veces el adjetivo "anti-héroes".
A parte de todo esto, hay que mencionar también el toque melancólico de El Guardián entre el centeno, con su frase final brillantísima "No cuenten nunca nada a nadie. Si lo hacen, empezarán a echar de menos a todo el mundo", que podemos paralelizar muy bien con la vieja criada que en ausencia de la madre de Botchan, le cuidaba y mimaba a pesar del pasotismo de su padre y su hermano mayor.

El contenido reflexivo de ambas obras no es extraordinariamente profundo, pero en ambas se habla de la educación y la falta de ella, de la pérdida de valores de la que hoy somos todos víctimas, desde el nihilismo, desde la sensación de vacío de los dos protagonistas. Ambas historia ilustran períodos muy cortos (unas semanas Soseki, cinco o seis días Salinger), pero siempre desde la nitidez del recuerdo fotográfico y con cierto toque poético y capacidad de goce espiritual con el exterior.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Memorias de Adriano

Saludos lectores,

Esta entrada se la dedico a los dos amigos que me propusieron leer conjuntamente Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, por haber sido tan perspicaces al escoger tan buen libro. El año pasado ya hicimos una práctica semejante con El Extranjero de Albert Camus y los resultados fueron bastante interesantes. En un principio tenía la intención de obligarles a hacer una entrada conjunta, pero como veo que no terminan de acabarlo espero poder conformarme con un extenso comentario de su opinión o de su experiencia al leerlo.

Siempre he tenido una simpatía irracional hacia la época romana, supongo que tuve una especie de revelación con Yo Claudio y posteriormente me dejé seducir por la figura de Julio César. Sin embargo del emperador Adriano sólo había oído hablar una vez, fue en mi viaje a Egipto cuando tendría 13 años. Contemplando al impertérrito coloso de Memnón mi padre me hizo acercarme más que cualquier turista y mostrarme como gravado pacientemente en la piedra se podía leer claramente ADRIANO. No se porqué olvidé esta anécdota hasta que resurgió forzosamente de las profundidades de mi subconsciente al leer este libro. En un capítulo del mismo libro, cuando Adriano, destrozado por la muerte de su joven y bello amante Antínoo, se deja arrastrar por la corte de su despechada mujer para oír el lastimero quejido del coloso guardián de la ciudad es poseído por un extraño instinto de dejar marcado su nombre para la posteridad.

No cabe duda que Margueritte Yourcenar hizo un extraordinario trabajo de investigación para escribir este libro. El libro coge la forma de epístola que el emperador Adriano escribe a Marco Aurelio, su nieto político. Está narrado siempre en primera persona, con los sentimientos, los puntos de vista y las profundas cavilaciones del emperador expresadas de modo claro y contundente. Adriano medita sobre sus triunfos y sus derrotas, sus experimentos en las diversas religiones, su amor por la filosofía, la música y la poesía así como su indiscutible pasión hacia su ya nombrado amante Antínoo. Al principio me costó bastante situar en un marco histórico a Adriano, por eso tuve que remediar mi ignorancia investigando un poco al respecto. Pronto supe que Adriano fue emperador en el siglo II después de Cristo, en una época en la que prácticamente se había dejado de creer en los dioses romanos pero en la que aún no se había asentado el Cristianismo. También averigüé (aunque no me hubiese costado demasiado leer unas cuantas páginas más dónde queda aclarado a la perfección) que Adriano fue el hijo adoptivo de Trajano y, a su vez, también fue el padre y el abuelo adoptivo de Antonino Pío y Marco Aurelio. Sabía que la época de Trajano fue la mayor época de expansión del Imperio Romano pero aprendí que la era de Adriano fue “casi” equiparable a la Pax Romana de Octavio Augusto. Adriano como buen emperador-filósofo abogó por el diálogo, intentó minimizar las guerras al máximo ya que su predecesor estuvo, incluso, demasiado predispuesto a ellas y logró mantener un Imperio en una época en la que todo apuntaba a su desmoronamiento.

En mi opinión, Memorias de Adriano se trata de una novela que a su vez puede considerarse una clase magistral de historia antigua. Sin duda, altamente recomendable.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Otra tanda de escritor sueco

Saludos lectores,

Tras leerme Los hombres que no amaban a las mujeres me hablaron de otra serie policíaca de otro escritor sueco. Estoy hablando del ya conocido Henning Mankell autor de la serie protagonizada por el inspector Wallander que le ha convertido en un escritor de fama mundial y con cifras de ventas millonarias. Tengo que reconocer que hasta el momento solo me he leído el primer tomo de la serie, Asesinos sin rostro, (aunque voy ya casi por la mitad del segundo, Los perros de Riga) pero creo que tan solo con eso ya puedo decir que se trata de una buena serie con la que pasar el rato.

No es una maravilla literaria, ni una obra maestra de la narrativa pero si una novela policíaca dónde el protagonista pese a ser gris, pesimista y poco triunfador, cae bien. De momento se han traducido 14 tomos de la serie al español y se pueden encontrar en la económica edición de Tusquets editores o si no siempre existen las bibliotecas… Asesinos sin rostro se inicia con un inspector Kurt Wallander que atraviesa uno de los momentos más sombríos de su vida, su mujer acaba de abandonarle, su padre está enfermo, su hija apenas le habla, esta ganando peso, bebe demasiado, duerme poco y comete alguna que otra imprudencia. Este veterano policía debe ponerse al frente de la investigación de un brutal asesinato de un anciano matrimonio de granjeros de Lernap. La mujer antes de morir pronuncia la palabra “extranjeros” repetidas veces, con eso Kurt Wallander y sus ayudantes no sólo tienen que enfrentarse a un asesino a sangre fría sino a una sociedad entera que alberga insospechados sentimientos racistas.

Al leerlo he podido encontrar ciertas similitudes con el libro de Stieg Larsson que comenté en una entrada anterior. Ambos libros tratan una temática similar, si bien el de Larsson está más centrado en los maltratos de las mujeres que en el racismo, media familia de los Vanger fue Nazi en su momento o ahora pertenecen a grupos nacionalistas extremos con lo cual el tema del racismo tiene bastante fuerza en la novela. Al contrario que la primera novela de Mankell que está firmemente centrada en el racismo pero, sin embargo, el matrimonio asesinado sufre maltratos bestiales antes de morir. Así que he llegado a la conclusión que la fuerte violencia del maltrato y el racismo son temas candentes en la Suecia actual. Supongo que la mayoría de gente habrá leído antes a Mankell que a Larsson, ya que Mankel es más conocido, lleva más tiempo escribiendo y su carrera literaria es bastante más extensa. Pero aunque diga que hay varios puntos similares en ambas series, el enfoque y la manera de tratar el tema son completamente distintos de modo que creo bastante interesante leer los dos libros.

¡A ver si os animáis! :)

martes, 11 de noviembre de 2008

El rosal

Era un once de Noviembre frío y desesperanzador. El cielo encapotado amenazaba lluvia, el helado, fuerte y seco viento golpeaba frenéticamente las ramas de los árboles que alocadas crujían al compás del viento cual notas de una célebre melodía diabólica. Pese a la música del viento el pueblo estaba en silencio. De pronto se unieron a la sinfonía de la naturaleza las campanadas de las doce, tañendo ferozmente.

Como movidos por un reloj, todos a la vez salieron de sus casas, jóvenes y viejos. Toda la familia con paso grave y silencioso se encaminó hacia un lugar bien alejado, era su momento, era su dolor privado y nadie que no fuese uno de ellos tenía derecho a interponerse en su camino. Nadie hablaba, nadie se atrevía a romper aquel silencio esperanzador, algunos ya lo tenían asumido, otros aún creían que no era cierto, y unos pocos pensaban que no podrían vivir así. El gris del cielo aumentaba a medida que avanzaba la comitiva silenciosa. Las nubes oscuras se acumulaban sobre sus cabezas, el rugir del viento se acentuaba, andar era un suplicio. La cuesta parecía más acusada que otras veces. Jadeantes, con la pena a cuestas, los ojos llorosos, los rostros rojos y ajados llegaron, al fin.

La hermana enseguida reconoció el lugar, los recuerdos alegres, tristes, cruciales y banales se le amontonaban en la mente. No daba abasto, no podía saborearlos todos, no podía retener ninguno, no podía escoger los mejores. Aparecían uno detrás de otro, sin sonido, sin color como una película muda donde los actores y las actrices eran personas conocidas y la protagonista era la mujer que ahora reposaba en la urna. Se agobiaba por momentos. El chocar de la pala contra la tierra, el sonido de la arena amontonada se le metía en la cabeza, no podía pensar, estaba obligada a ver aquel suceso de recuerdos insaciables.

No paraba, alguien golpeaba enérgicamente el suelo arcilloso con la pala. Esforzándose por cavar el hoyo a la profundidad adecuada. El sonido metálico era angustiosamente agudo, el olor a arena removida y a muerte se le acopiaba en las fosas nasales. No veía a las personas, veía sombras. Sombras que se le acercaban, que la abrazaban, le daban el pésame. Sombras que hablaban, sombras que recitaban poesías, sombras que se despedían, sombras que la recordaban. Una sombra que cavaba con una pala metálica, plan, plan, plan... Por fin paró. El silencio se adueñó de todos, el sonido espeluznante del viento, dos o tres gotas cayeron, las suficientes para humedecer la tierra. “Así crecerá mejor” musitó alguien. Dos sombras se abrazaron, un susurro alentador rompió el silencio, el niño rompió a llorar pero una sombra maternal ahogo el llanto con suaves palabras susurradas entre dientes al oído de la criatura.

Le tocaba hablar.

Con manos torpes y temblorosas desdobló el papel. El silencio era total, el viento sacudía al pequeño trozo de papel, tan débil, tan frágil. Dos enormes lágrimas saladas cayeron encima del escrito. Casi no se podía leer la pequeña y apretada letra escrita en tinta azul. La voz moría en su garganta. Era incapaz de pronunciar una sola sílaba. Tenía la boca seca, la cabeza llena de recuerdos y el corazón de sentimientos. Abrió la boca pero solo salió aire. Volvió a doblar apresuradamente el papel, lo lanzó al hoyo. Se le nublaba la vista, las lágrimas llenaban las cuencas de sus ojos. El olor de tierra mojada estaba presente en todas partes, como un dios al que se veía obligada a venerar. El viento frío agrietaba su rostro. Sollozaba. Alguien dijo unas palabras emotivas. Otro rompió a llorar silenciosamente. El perro aullaba. El que había estado cavando esparció las cenizas. Encima plantaron cuidadosamente las semillas. El metal de la pala chocando contra el suelo, plan, plan, plan…

Y de allí brotó el rosal. Sin duda el rosal más hermoso de todos. Pues estaba regado con las lágrimas de aquellos que la querían y se nutría de los pedazos de corazón arrancados por la tristeza y el dolor, los bellos recuerdos eran su esencia y las más grandes y hermosas rosas, frutos de su anterior vida.

Pasaron los años y aún aquellos que en vida le tuvieron envidia le tuvieron también en muerte. Pues el magnífico rosal creció oloroso, rojo, recto, espinoso, fértil y hermoso. De una forma u otra ella vivía en aquellas flores, igual que sus camisas floreadas, que su buen entendimiento, que su cariño y su amor por las personas y la vida. La visita al rosal se convirtió en tradición, la historia fue de boca en boca deformándose con el paso del tiempo. Se decía que su alma alentaba al rosal a crecer más rápido y mejor que las demás plantas, del mismo modo que ella había alentado a tanta gente a enfrentarse a sus temores, a vencerlos y a conseguir aquello que se habían propuesto. La mujer pueblerina que su familia tanto había querido pasó a ser heroína. Pero el rosal siguió allí, único testimonio de la dura, triste y cruel realidad: Vivir conlleva morir. El rosal que ahora adoramos algún día morirá, pero al plantarlo ya sabíamos su fin. Cada vez que nace un niño se le está condenando a morir. Pero a la muerte en si no se le teme, pues todos tenemos integrado en nuestro interior el destino final. Se teme a la forma en que muramos, al dolor, a la tristeza de los demás, a la desgracia de los tuyos. Se teme aquello que no podrás ver, imaginar el desasosiego de aquellas personas que te importan, pensar en cómo seguirá la vida sin ti, caer en el olvido, se teme ser lo que siempre hemos sido; nada.

Pero aún hay algo peor que la muerte física, la muerte de la voluntad, del alma. Ella murió pero siguió tanto en el recuerdo como en el rosal, sin embargo la hermana aparentemente vivía. Su cuerpo desempeñaba las funciones vitales a la perfección, el corazón latía constante, los pulmones respiraban, los riñones drenaban y el cerebro controlaba. Pero de todos modos no estaba viva, era un cuerpo que andaba, comía y respiraba. No sentía más que dolor, angustia y desesperación. Hacía mucho tiempo que la vida había dejado de tener ningún sentido para ella, se limitaba a esperar su fin. Quería que llegase lo antes posible, lo anhelaba. Se había pasado la vida soñando y un duro golpe la había obligado a despertar. Al hacerlo la multitud de injusticias e incongruencias de la realidad se le clavaron cual dardos en el centro del corazón. Cortando así, de cuajo, cualquier atisbo de felicidad o buenos sentimientos, condenándola a vagar por la tierra sin pertenecer del todo a ella. Se pasaba largas horas lamentándose sintiendo un dolor terrible por la pérdida de alguien a quien amaba, respetaba e idolatraba. La muerte no era algo nuevo para ella, sus padres envejecieron y murieron mucho antes, pero eso ya lo esperaba. Los padres mueren antes que los hijos, la naturaleza sabia se lo había mostrado de bien pequeña teniendo como escenario el bosque y los corderos y el zorro de personajes. Pero para ella los hermanos duraban hasta siempre. Jamás se había planteado aquello ni nadie le había abierto los ojos. Su único consuelo era cuidar, observar, podar, regar y oler el hermoso rosal que contenía infinidad de partículas que antes le habían pertenecido.

Entre lamento y lamento la vida fue pasando como un débil suspiro, seco y sin aliento. De tanto lamentarse la vida se había escurrido entre sus dedos y ahora ya era demasiado tarde para poder agarrarla con fuerza y no dejarla escapar. Tuvo que resignarse a extender el brazo con todas sus fuerzas para acariciar con la yema de los dedos algo parecido a la vida durante unos largos meses de agonía en los que sufrió ella y su familia, así como los médicos que no atinaban a encontrar la causa de tanto dolor y frustración. Y así fue como la hermana murió muerta pues durante muchos años no había sido más que un muerto en vida.


Once de Noviembre de 2006

lunes, 3 de noviembre de 2008

El tiempo debe detenerse

Pero el pensamiento es esclavo de la vida

y la vida se deja engañar por el tiempo,

y el tiempo, que cuida del mundo todo,

debe detenerse. (W. Shakespeare)

Saludos lectores,

Otra vez voy a hablar de Aldous Huxley pero esta vez con algo que no tiene nada que ver con la ciencia ficción, con una gran obra aparte de su trayectoria literaria. Escribiré brevemente sobre El tiempo debe detenerse. Título que Huxley tomó prestado de los versos de Shakespeare que amablemente os he escrito al inicio de la entrada. Esta novela la escribió en 1944 en pleno seno de su época mística, así pues puede considerarse como un ensayo filosófico-religioso que casi roza al psicoanálisis de todos sus personajes.

La trama en si puede parecer en extremo sencilla, se trata de las desventuras de Sebastián, un adolescente extremadamente tímido de engreída alma de poeta, un muchacho de diecisiete años atrapado en un cuerpo que inspira cariño y ternura debido a sus facciones infantiles. Pero eso tan solo es el pretexto para hablar de algo mas profundo, sus mentiras, sus enredos y las consecuencias de todo ello sirven de fondo para que los caracteres humanos se muestren bajo nuestros ojos en toda su magnitud y su gloria. Capítulo a capítulo Huxley va desgranando el comportamiento humano hasta llegar al epílogo dónde se muestra la humanidad en toda su grandeza y en toda su miseria; la preocupación espiritual y religiosa se refleja en un alarde de superación analítica.

Con uno de los personajes, Eustace Barnack, el lector puede descubrir el más allá de un espíritu torturado. Un lugar lleno de luces titilantes que llaman tu atención, dónde los actos más placenteros de tu vida te son mostrados como aberraciones de la naturaleza y dónde, por supuesto, el tiempo no existe. A través de Bruno Rotini podemos acercarnos a creer saber qué es aquello del conocimiento que da la paz interior, la paz del alma. Y con Sebastián recorremos el camino del dolor y la decepción que lo conducen hacia su meta personal, eso si a costa del abandono de su cuerpo a la maldición de la culpabilidad perpetua. Con Victoria descubrimos la auténtica majestuosidad de la femme fatale cauta, calculadora y absolutamente contundente en sus determinaciones. Mientras que con la señora Ockham vemos reflejado el insaciable espíritu maternal de una viuda cuarentona que intenta saciarlo a costa del desventurado Sebastián. La señora Gammble es la decrepitud de la vejez, la ceguera tanto física como intelectual hacia el mundo que la rodea y la obsesión hacia los fantasmas y las tinieblas del más allá al que ella parece burlar año tras año...

Y bueno, creo que esto es lo básico que hay que saber para adentrarse con ganas en este poco común mundo de Huxley.

viernes, 24 de octubre de 2008

Millennium; Los hombres que no amaban a las mujeres

Saludos lectores,

Recientemente he leído el primer tomo de la serie Millennium del escritor sueco Stieg Larsson. Los hombres que no amaban a las mujeres es sin duda una novela que me ha enganchado de un modo totalmente alucinante y que recomiendo a todo aquel o aquella que quiera pasar un buen rato resolviendo un misterio.

Larsson murió a causa de un fallo cardíaco a los 50 años, antes de ver publicada su primera obra. En Suecia era un reconocido periodista y reportero de guerra conocido sobre todo en calidad de experto sobre grupos de extrema derecha antidemocrática. Durante su vida participó activamente en diversas organizaciones anti-bélicas y fue, fundador, editor, director y escritor de la revista Expo altamente comprometida contra todo tipo de violencia. Escribió varios libros de investigación periodística acerca de los grupos nazis suecos y sobre las intrincadas conexiones entre la extrema derecha, el abuso del poder y los fraudes financieros. Fue amenazado de muerte en varias ocasiones por grupos de extrema derecha radical, esa fue la causa principal de su negación a casarse con su compañera de toda la vida Eva Gabrielsson, su nombre no podía aparecer en ningún tipo de registro para no ser localizado por sus enemigos, así pues todo estaba a nombre de su mujer. Sin embargo, tras su muerte su familia se ha lanzado como buitres a la carroña intentando hacerse con los bienes surgidos del brutal éxito que esta teniendo su obra. Eso si, Gabrielsson al no tener ningún lazo legal vinculado a Larsson no ha podido ver ni el asomo de una corona, todo el dinero está hiendo a parar de un modo completamente mezquino a manos del padre y el hermano de Larsson. Según su mujer, Larsson tenía pensado destinar los beneficios de los libros a la lucha contra la violencia de género y a su propia revista Expo. Tras el “boom” que ha supuesto la serie de Larsson, Gabrielsson cuenta en una entrevista que su marido dedicó tanto tiempo y tanto trabajo a luchar contra la violencia de género porque de joven, durante un viaje de placer con unos amigos, fue testigo una violación y jamás dejó de culpabilizarse por no haberla podido evitar.

Tras conocer la historia de Larsson ya estaba condenada a leerme el libro, así que me hice con un ejemplar. En una primera lectura pueden verse muchas similitudes entre el propio Larsson y el protagonista de la novela Mikael Blomkvist. Ambos son fundadores de su propia revista, Larsson es periodista de Expo mientras que Mikael investiga en la revista de militancia liberal Millenium. Sin embargo, Millenium es una revista especializada en el periodismo de investigación sobre los delitos económicos de las grandes corporaciones mientras que Expo no cuenta ni con los fondos ni con la fortaleza necesaria para ello. Sin embargo, y a diferencia de Larsson que pese a todo su ideal de vida era bastante sosegado, Mikael es un hombre apuesto siempre rodeado de mujeres que a lo largo de la novela lo vemos interactuando con personajes cada cual más sorprendente. Su jefa la bellísima e inteligente Erika Berguer es una mujer casada con un artista de éxito que aún así mantiene una abierta relación con el protagonista. Lisbeth Salander es una joven que aparenta 10 años menos de los que tiene en realidad, una inadaptada social a la que tachan de retrasada pero que sin embargo posee grandes dotes para la investigación. Henrik Vanger, el viejo y rico propietario de las fábricas familiares Vanger que en su día fueron el peso más importante de la industria sueca, ahora están en declive pero todavía no ha perdido su poder… Los hombres que no amaban a las mujeres no es la mejor obra policíaca hasta el momento, pero es un súper-ventas digno de ser leído. Explora temas quizá un poco puestos de moda, pero lo hace de una forma que en tan solo un capítulo consigue atrapar al lector de tal modo que va a verse obligado a acabar la novela de un solo tirón. Por eso lectores, os animo a que no cometáis la estupidez que cometí yo… No intentéis leer esta novela en el metro, pues resulta bastante imposible ni cometáis el gran error de leeros la contraportada porque os aseguro que fastidia nada más ni nada menos que las 400 primeras páginas. Ahora si, tenéis toda mi recomendación (que no es gran cosa) para iniciar la lectura de la serie de Larsson.

¡Buena suerte!

miércoles, 15 de octubre de 2008

De los Haikus y sus peculiaridades

Saludos lectores,

Como en la entrada sobre Dune acabó apareciendo, no se muy bien porqué, un pequeño debate sobre los Haikus he decidido escribir en la entrada de hoy alguna que otra cosilla sobre estos versos, eso sí, desde el principio digo que no puedo desprenderme de mi predisposición negativa hacia éste género pero intentaré ser lo más imparcial posible.

El Haiku es una de las formas de poesía tradicional japonesa que más puertas se ha abierto en el mundo occidental, en sus orígenes se trataba de una estrofa compuesta de tres versos y diecisiete sílabas, sin embargo ahora siguen manteniéndose los tres versos pero hay mayor flexibilidad en cuanto al número de sílabas. Cada Haiku presenta una palabra clave denominada Kigu que nos permite saber a que estación pertenece, porque los Haikus pretenden describir los fenómenos naturales, el cambio de estaciones, el paso de la vida o simplemente la vida cotidiana de la gente. Su estilo se caracteriza por la naturalidad, el simplismo (o sencillez), la sutileza y la austeridad. Es un arte que está altamente influido por la filosofía y la estética Zen, que hay quién la resume de un modo humorístico diciendo que “Se trata de esperar sentado en la puerta de tu casa hasta ver pasar el cadáver de tu enemigo”. Debido a las grandes diferencias culturales y lingüísticas que hay entre Japón y Europa hay muy pocos traductores que nos acerquen a su literatura de un modo directo (es decir sin pasar por la traducción francesa), por eso los Haikus han tardado un tiempo en aparecer por las librerías españolas.

Igual, lo que menos me atrae de los Haikus sea su extrema sencillez y su ostentosa libre interpretación así como su aparente desconexión entre los versos. Pues según mi parecer cada autor al escribir cualquier cosa quiere transmitir algo en particular, porque nadie escribe por el mero gusto de unir palabras y si escribes para unir palabras, las que unes las unes con claro sentido. Por eso, cuando cayeron en manos de mi padre varios libros sobre Haikus y tuvo a toda la familia condenada a escucharlos se apoderó de mí un innegable sentimiento de rechazo hacia ellos… Pero, todos sabemos que quien mejor juzga es uno mismo así que he decidido transcribiros algunos Haikus de libros que he encontrado por casa a la espera de vuestra opinión y, ya puestos, algún que otro comentario explicando el porqué de vuestra pasión hacia este género.

  1. Haijin*, Antología del jaiku* (Ediciones Hiperión)

Toro toro to

Sakan nemuru ya

Tsubakerame

(Masaoka Shiki)

Golondrinas.

Da cabezadas

el albañil.


Harusame ya

Nezumi no nameru

Sumida-gawa

(Kobayashi Issa)

¡Lluvia de primavera!

Se lame un ratón.

Río Sumida


Hatsu-shigure

Saru mo ko-mino o

Hishige nari

(Matsuo Bashoo)

Primer chubasco.

También el mono quiere

un abriguito.

  1. Cien jaikus* (Ediciones Hiperión)

Yuki no e wo

Jaru mo kaketaru

Jokori kana

(Masaoka Shiki)

Nieve en el cuadro

Que en primavera aún cuelga

Lleno de polvo


Wasure-oshi

Jachi ni hana sake

Jaruji kana

(Masaoka Shiki)

Sol de primavera

Y florece olvidada

La jardinera

Os dejo otra reseña de otro libro por si queréis consultarlo, pero como está en francés y mis nociones de francés son menos que nulas no he trascrito ninguno de los Haikus que alberga porque soy incapaz de comprender la traducción: Haiku, Anthologie du poème court japonais (Éditions Gallimard).

Pues bien, ahora que ya habéis podido comprobar con vuestros propios ojos lo desencadenado de los versos, la simplicidad de ellos y su contenido totalmente abierto a cualquier tipo de interpretación debo dejar que meditéis sobre los Haikus y sus peculiaridades.

*Nota: Haijin es aquel o aquella que escribe Haikus, también denominados en castellano como Jaikus.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Y allá a su frente Estambul

Saludos lectores,

Rompiendo con la temática de las tres últimas entradas así como con la línea de éste blog de comentar libros o autores que me han impresionado por alguna razón, esta entrada va dedicada a un libro que a pesar de ser bueno me ha decepcionado un poco. Leyéndo Estambul de Orhan Pamuk me ha venido a la mente el viaje a Turquía que hice cuando no tendría más de doce años. Aún así recuerdo con precisión diversas imágenes y algunas anécdotas que me ocurrieron en esta ciudad. Por ejemplo, soy incapaz de desprender Estambul de la Canción del Pirata de Espronceda, y todo porque cuando estábamos contemplando el Cuerno de Oro un atardecer de ese agosto mi padrino tuvo a bien recitarla con voz potente, lanzando las palabras al viento. Y ahora estoy condenada a leer u oír la poesía y que invariablemente en mi mente aparezca una vívida estampa de las aguas del Bósforo doradas por la luz del sol recortando la silueta de Estambul a ambos lados del puente…

Ya hablé en una de mis primeras entradas sobre la maravillosa novela Nieve del mismo autor y esperaba encontrar en Estambul algo similar. Pero al encontrarme frente la indefinible quinta obra de Pamuk el primer sentimiento que se apoderó de mi fue el desencanto, y es que ahora entiendo que nada puede parecerse a Nieve. Con esto no quiero decir que Estambul no merezca la pena, pero si que a quien no haya tenido la suerte de visitar esta ciudad puede parecerle un libro un tanto duro. En Estambul, Pamuk ofrece al lector una mezcla de vivencias personales de su niñez y parte de juventud (hasta los 20 años), divagaciones sobre sus pensamientos de antes y sus pensamientos de ahora así como un ensayo sobre la ciudad de Estambul y sus habitantes. Todo ilustrado con fotografías de su propia familia, fotografías tomadas por el mismo, imágenes de películas estambulíes y típicas imágenes del Estambul de antes y del de ahora, con pinturas, grabados e incluso con fragmentos de artículos periodísticos, cartas o entrevistas. También se puede encontrar algún que otro capítulo dedicado a un sentimiento, por ejemplo hay un capítulo entero que se titula “Amargura” dónde habla sobre la melancolía y la amargura compartida por todos los estambulíes al darse cuenta que son los vestigios de un gran imperio caído e incontables alusiones, críticas, o simplemente comentarios, sobre varios escritores estambulies que quedaron deslumbrados por lo “moderno” de occidente pero que jamás podrán renunciar a la impregnación de la cultura islámica fruto de sus vivencias durante muchos años en la ciudad de Estambul. Pero al fin y al cabo, Estambul es un viaje por sus recuerdos y por las calles y callejuelas de su ciudad, leyéndolo he recordado muchas cosas que ya creía olvidadas sobre mi viaje a Estambul, e incluso me ha empujado a releer mi diario de viaje, pero tengo que ser sincera y decir que al iniciarlo me esperaba una cosa completamente distinta y, porqué negarlo, mejor. Por eso insisto en que creo que es importante haber estado alguna vez en Estambul para apreciar un poco más el libro, aunque quizá simplemente diga esto porque Nieve me ha cegado…

Supongo que tendré que hacerme con otro libro de Pamuk para seguir comparando… Pero recordad que esta únicamente es mi opinión, igual alguno de vosotros ha leído o lee Estambul y acaba pensando que es una gran obra merecedora, sin duda, del premio Nobel.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Dune, en toda su gloria

Saludos lectores,

Parece que este va a ser el mes de la Ciencia Ficción… Releyendo mis dos últimas entradas me he dado cuenta que mi amor propio queda herido si no hablo aquí y ahora de Frank Herbert y su obra. En concreto voy a hablar de la saga de Dune, pero únicamente en general y sobre los tres primeros libros. Pues de todos los siguientes únicamente dos más han estado escritos por él, el resto han sido escritos por el hijo del autor que queriendo imitar su estilo lo ha degenerado estrepitosamente. Es a causa de estas innumerables secuelas y precuelas que en muchos círculos es una trilogía no demasiado bien considerada, y digo trilogía porque yo, con toda mi rebosante parcialidad, considero que la obra se inicia con la vida de Paul Atreides y debe concluir con su muerte, pues no en vano es el Muad’Dib, Usul el alma de Dune… De modo que aviso de antemano que, igual por ser una de las primeras trilogías de éste género que como vulgarmente se dice “me enganchó”, soy bastante susceptible en cuanto a Dune se refiere e incomprensiblemente una parte de mi identifica la trilogía con mi adolescencia, es decir, con parte de mi vida.

La mayor parte de la trama sucede en Arrakis, un lejano planeta de otro sistema solar conocido también como Dune, pese a ser un enorme desierto prácticamente inhabitable se trata de un planeta fundamental para el Imperio Galáctico ya que es la única fuente natural de Melange, la especia. La especia lo es todo, se trata de una droga geriátrica que da al consumidor una larga esperanza de vida, gran vitalidad y conocimiento. En cierto modo puede ser algo similar al hongo visionario que usan los Palaneses en La Isla de Huxley. Dicha especia en determinados sujetos especiales puede desatar poderes oculares de visión, conocidos como la presencia. Pero como todas las drogas tiene sus efectos secundarios, una gran dependencia de ella y el azulamiento de los ojos. Paul Atreides, único descendiente perteneciente a una de las casas de la nobleza, es desterrado junto a Jessica, su madre, una bellísima Bene-Gesserit (mujeres sacerdotisas poseedoras de la presencia y pertenecientes a una secta obsesionada con conseguir los mejores genes de todo el Imperio para dar a luz al Mesías, al hombre perfecto que conducirá al Imperio hacia la estabilidad) en la inmensidad del desierto de Dune dónde habitan los terribles Gusanos de Arena que se guían por las vibraciones de la tierra. Dune es la historia de Paul y Jessica y la conversión de ambos en parte del pueblo Fremen. Los Fremen son nómadas del desierto, provienen de la fusión de refugiados de un campo de esclavos y de una serie nativos rebeldes de Arraquis. Fueron relegados a la parte más inhóspita del planeta por ser reacios a comerciar con la especia por motivos político-religiosos. Liderados por Slim “jinete de gusanos” lograron desarrollar unas capacidades extremas de supervivencia y lucha comparables o superiores a cualquier delegación del ejército imperial. Ahora ellos son los encargados de proteger al Muad’Dib, el Mesías de Dune, en su lucha contra el Imperio para conseguir hacer de Dune un lugar más hospitalario para los seres humanos e incluso ver el verde de las plantas y notar la lluvia que cae del cielo.

Dune popularizó en Ciencia Ficción el tema de la ecología, aunque además esta novela habla sobre la supervivencia humana, el poder de adaptación, la evolución y la interacción entre el poder, la política y la religión.

martes, 16 de septiembre de 2008

Bradbury y la Ciencia Ficción

Saludos lectores,

Al hablar de Ciencia Ficción hay varios nombres que no se pueden pasar por alto, uno de ellos es, sin duda, Ray Bradbury cuyo recorrido por este campo es extensísimo así como de gran calidad. Aunque él mismo no estaría contento con esta calificación de su obra, pues aseguraba ser escritor de fantasía y haber escrito únicamente una novela de ciencia ficción; Fahrenheit 451. En su juventud Bradbury fue un ávido lector y un escritor aficionado, al no poder ir a la universidad por razones económicas realizó su formación autodidácticamente, con la ayuda de libros para escritores aficionados. Tengo que ser sincera y mencionar que las únicas dos obras que he leído de este autor y que ahora mismo me miran con nostalgia desde la desordenada estantería de mi habitación son la recopilación de cuentos Crónicas Marcianas y la novela, ya mencionada, Fahrenheit 451. Bradbury se consideraba a sí mismo como un narrador de cuentos con propósitos morales y defendía que su mayor ambición era crear en el lector una desconcertante sensación de angustia al inculcarle su firme convicción de que el destino de la humanidad es recorrer espacios infinitos y padecer cantidad de sufrimientos para acabar con la humilde contemplación de su fin. Debido a que Crónicas Marcianas es una recopilación de cuentos y, para comentarlo como se merece debería extenderme demasiado hablando de cada cuento, he decidido utilizar esta entrada para únicamente hablar de la Ciencia Ficción de Bradbury.

Fue en mi época de mayor amor hacia este género cuando, para mi decimotercero cumpleaños, me regalaron Fahrenheit 451. Lo que más me sorprendió al principio fue que Guy Montang, el protagonista, era un bombero que en vez de apagar fuegos los provocaba, que sencillamente se dedicaba a quemar libros. La trama se desenvuelve en una sociedad dónde el gobierno tiene la convicción de que leer impide ser felices a los hombres, porque les llena de angustia y, al leer, algunos comienzan a tener entendimiento empezando a ser diferentes de los otros cuando, a sus ojos, todos deben ser iguales. El gobierno usando a los bomberos como controladores de la lectura, enviándolos a quemar casas dónde haya indicios de bibliotecas, se jacta de velar por la igualdad y la felicidad de los ciudadanos, creyendo que así no podrán cuestionar sus acciones y rendirán más y mejor en sus labores. Montang, que no es más que un bombero modelo, conoce a Clarisse McClellan, una vecina suya de 17 años tachada de “antisocial” por formular preguntas incómodas. En un principio, Montang la cree loca pero tras varias conversaciones con ella se da cuenta que no todo lo que dice carece de sentido y, en cierto modo, Clarisse acaba por convertirse en su guía, inculcándole la duda existencial sobre su verdadera felicidad a la vez que una creciente curiosidad por saber qué es aquello que se dedica a erradicar; los libros. Tras el aparente accidente de Clarisse la curiosidad de Montang crece enormemente, hasta que es vencido por ella el mismo día en que recibe un aviso de quemar la casa de una mujer anciana poseedora de una enorme biblioteca. Al llegar allí, la mujer se niega a abandonar la casa, alegando que sus ideales están en sus libros, que sus libros están en la casa e implorando a la humanidad perdida del gobierno es ella misma la que prende fuego a su casa y a su biblioteca ardiendo ella misma como bonzo. Tras esta muestra de una postura “antisocial” tan firme y clara, Montang queda impresionado de tal manera que acaba por convencerse de la falsedad de las palabras que su jefe recita “los libros solo sirven para hacer sentir mal a la gente”. Es en ese momento cuando Montang se hace con su primer libro, cuando la curiosidad puede con la ignorancia y ese es el momento crucial de la novela, el inicio de una larga colección de libros que culmina con la adquisición de un ejemplar de la Biblia.

Es cuando conoce a Faber, un ex profesor de literatura, que Montang decide iniciar una lucha contra el sistema con la finalidad de hacer prevalecer el conocimiento sobre la ignorancia. Pero a pesar de todo, él sigue trabajando como bombero para no levantar sospechas y sigue quemando casas, quemando libros y acudiendo a avisos. Es en uno de esos avisos cuando se encuentra frente a su propia casa, viéndose presionado a actuar en consecuencia. Por su parte, Mildred, su esposa, es una mujer bobalicona a quien únicamente le interesa “la familia” denominando así a las tres paredes-televisor que forman parte de su salón. Mildred, incapaz de comprender las inquietudes y las nuevas ideas de su marido, acaba confesando que ha sido ella quien le ha denunciado a las autoridades y confusa y avergonzada se marcha de su lado. Abandonado, y solo por su causa, Montang, se ve con la obligación de quemar su propia casa llegando a un nerviosismo tal que le hace actuar sin premeditación matando a su jefe y generando una persecución por todo lo largo y ancho del país…

Vista mi gran afición por pormenorizar todos y cada uno de los detalles de los argumentos de los libros he tenido que autocensurarme para no desvelar el fabuloso final de esta novela. He pensado que tengo que ser sincera conmigo misma y retrotraerme a los tiempos de mi primera lectura de Fahrenheit 451, cuando descubrí que esa era la temperatura a la que ardía el papel y que la Ciencia Ficción podía ser tan fantasiosa como espantosa la realidad, y solo entonces comprendo que si me hubiesen dicho el final de esta novela habría perdido la mayor parte del encanto del haberla leído.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Un poco de Huxley

Saludos lectores,

Habiendo recibido ya varias peticiones proponiéndome que hablase un poco de Ciencia Ficción decidí acatar, al fin, sus deseos e iniciar una entrada para su gusto y satisfacción. Estuve un tiempo pensando sobre qué o quién escribir, hasta que Aldous Huxley se apareció en mi cerebro como una auténtica revelación. ¿Qué sería de la Ciencia Ficción sin Huxley? De todos modos, no puedo proclamarme como una gran entendida en Huxley, puesto que solo he leído tres libros de su extensísima obra; Un mundo feliz, La isla y Contrapunto, mi entrada puede ser poco rigurosa y, en cierto modo, incorrecta así que me disculpo de antemano y os insto a que la complementéis del modo que más os guste haciéndome saber mis posibles fallos e incluso hablando de cualquier otra novela, cuento o ensayo del mismo autor.

Para empezar quiero hacer constar la gran intelectualidad que rodeó a Huxley desde su más tierna infancia, su abuelo fue el gran biólogo Tomas Henry Huxley y su padre, también biólogo, Leonard Huxley que dirigió una célebre revista científica. Ellos dos fueron los culpables del acusado conocimiento científico que adquirió Aldous Huxley al iniciar sus estudios en el laboratorio de su padre. Conocimiento que se encargó de hacerlo patente en su obra, como una parte de él, dotando a sus libros de un realismo casi incomparable con el resto de obras del mismo género. Su madre, Julia Arnold, fue una de las pioneras mujeres estudiantes de Oxford además de ser sobrina del poeta Matthew Arnold y hermana de la novelista Humphry Ward. Con esto quiero remarcar que durante prácticamente toda su vida, Huxley se vio rodeado de grandes cerebros científicos a la par que de grandes cerebros con dotes literarias. Fue una suerte que ambas familias se juntasen e inculcasen su arte y su ciencia en su prole, habiendo así regalado al mundo, al menos, tres personas indispensables; Julian Huxley; eminente biólogo y primer director de la UNESCO, Andrew Huxley; premio Nobel de Medicina y por último de quién estamos hablando hoy en día: Aldous Huxley, célebre escritor reconocido mundialmente.

Tras haber mostrado unas pocas pinceladas sobre la situación familiar de Huxley voy a proseguir hablando de los tres títulos que he leído de este autor. El primero que llegó a mis manos, como siempre, a través de la librería de mi padre fue el fabuloso Un mundo feliz. Bernard Marx y Lenina Crowne son los dos protagonistas, sus nombres hacen alusión a Karl Marx fundador del comunismo y al líder soviético Lenin. Huxley crea una humanidad desenfadada, totalmente saludable, rodeada de alta tecnología. Una sociedad separada en las más brutales de las castas, sin ningún tipo de problemas ya que desde niños han sido subyugados para estar conformes con su vida, con su casta y con sus obligaciones. Una sociedad casi sin complejos, pues todos y cada uno de ellos están enganchados, sin ningún tipo de contemplaciones, a la legalizada droga del Soma, que anula los sentimientos de la vergüenza y te hace creer capaz de aquello que deseas hacer apoderándose de ti un embriagador sentimiento de felicidad. Bernard Marx es un miembro de la casta superior de los Alfa, pero rechazado socialmente por no tomar Soma y por ser más bajo que los demás debido a un supuesto fallo en su gestación. Bernard pese a pertenecer al a casta superior no esta contento con su vida y discrepa de la sociedad en la que vive, es una pequeña amenaza para el sistema de quien todo el mundo se burla a sus espaldas. Sin embargo Lenina Crowne, una empleada del laboratorio en el criadero central de Londres (lugar dónde mediante fecundación artificial y una serie de tratamientos varios y diversos acaban dictaminando la casta y el trabajo de cada uno) es la mismísima imagen de la sociedad de la época. Atractiva, elegante, promiscua, feliz consigo misma y casi sin pensamientos propios pues su visión de la vida no es más que la que le han inculcado desde su más tierna infancia. Ambos se ven obligados a hacer un viaje de negocios, tienen que visitar una reserva de lo que llaman “sociedad antigua”. Allí se tropiezan con Linda, una descarriada Beta que por error se quedó en la reserva y acabó concibiendo a un hijo; John. Mientras que Lenina se queda escandalizada al ver esa sociedad completamente contraria a la suya própia y completamente horrorizada al descubrir el escandaloso caso de Linda y su hijo John, Bernard se queda anonadado al escuchar a John recitando la obra de Shakespeare (prohibida en la sociedad Fordiana), ve en esa sociedad antigua una sociedad mejor, una maravilla ante sus ojos. Más tarde acaba por descubrirse que el padre de John no es otro que el mismísimo jefe de Bernard, así se acaban por plantear los diversos problemas de esa sociedad aparentemente perfecta. Para asegurar una felicidad continua y universal, la sociedad debe ser manipulada, la libertad de elección y la expresión tienen que ser mutiladas incluso el ejercicio intelectual debe ser arraigado así como la expresión emocional. Los ciudadanos son felices, pero gozan de una felicidad artificial puesto que el dolor y la angustia son una parte tan necesaria de la vida como la alegría y la felicidad, sin ellos dos para comparar, la alegría pierde todo su significado y su sentido de ser.

Por otro lado, La isla fue el último libro que escribió antes de morir y parece ser que la visión de la sociedad perfecta de Huxley cambió drásticamente. Podría decirse que La Isla es la contra-cara de Un mundo feliz. Aquí Huxley describe un mundo consumista y dominado por las multinacionales, a la vez que enfrentado por una guerra de dominación suprema que, en definitiva, no hace otra cosa que sumir al mundo en el caos. La acción en si, se inicia cuando un periodista con aires de poeta que viene del mundo denominado “neurótico” aterriza en la pequeña isla de Pala, que se encuentra completamente aislada del resto del mundo y goza de una cultura pura y propia. Dicha cultura nace fruto de la unión de la cultura profesada por un doctor escocés quien la comparte con el Rajá budista de Pala uniendo lo que según Huxley acaba por ser lo mejor de oriente y occidente. Como todas las culturas, ésta, tiene un libro principal, se trata de un libro filosófico que posee el Rajá dónde se explican las bases filosóficas de Pala. Aquí ya no existe el Soma, droga de la felicidad, los palaneses utilizan un hongo visionario que les otorga el conocimiento trascendente así como una paz de espíritu que está ausente en el resto del planeta. Lo más sorprendente de La isla frente a Un mundo feliz es que los habitantes de Pala rechazan totalmente la industrialización, pretenden poder dar una parte de su tiempo al trabajo así como otra a la vida y a la contemplación. Su mundo gira en torno a una selección de la tecnología avanzada, se trata del equilibrio de la ciencia moderna y la espiritualidad. Ellos gozan del perfeccionamiento de la ciencia moderna para mejorar la medicina y la nutrición, pero sin embargo rechazan la industrialización. Esta modernización selectiva es esencial para la sociedad, incluso si eso significa que no están preparados militarmente para combatir contra sus vecinos que desean robarles sus recursos naturales. El lento proceso de aproximación de los rituales, de la forma de vida y de la comprensión de la existencia de esta apartada comunidad de personas es el hilo argumental que nos lleva a ver las cosas desde el punto de vista del periodista, al punto de vista del Rajá y al punto de vista de los palaneses. Lo que se presenta en La isla es el sendero de la cordura, que nace del conocimiento del uno mismo, de la ausencia de voluntad de dominio y del contemplar la aventura en este planeta.

Y por último hablar de Contrapunto. Ésta ha sido considerada, quizá, la obra maestra de Huxley si bien no tiene demasiado que ver con la Ciencia Ficción no puedo permitirme hablar de Huxley sin mencionar, aunque brevemente, una obra tan trascendente. Ante todo, se trata de un examen apasionado de la condición del hombre en el mundo moderno. Los personajes coinciden, discuten, se apartan, se reencuentran en una búsqueda interminable del significado de la vida y el auténtico destino del hombre. Un verdadero contrapunto de ideas, emociones, sentimientos, deseos y esperanzas. Huxley ha conseguido trasladar el contrapunto musical a la literatura mediante la alternancia de acciones simultáneas que avanzan en paralelo. El acabado es un cuadro de una sociedad que se desintegra en contradicciones irresolubles… Se trata de un libro muy complicado de comentar pero totalmente absorbente a la hora de leerlo, puedo asegurar que es una gran apuesta narrativa.

Después de esta largísima entrada sobre Aldous Huxley tengo que agradeceros vuestra generosa atención por haber llegado hasta aquí, y deciros que espero que quien no haya leído nada de él acabe por ver necesaria la lectura de parte de su obra.

domingo, 31 de agosto de 2008

De vuelta tras las vacaciones

¡Saludos lectores!

Ya vuelvo a estar en Barcelona, y no para dos días sino para quedarme. Éste verano ha sido poco fructífero en cuanto a libros se refiere, debido a mi ya comentado viaje a Cuba dónde estuve demasiado ocupada reteniendo en mi cerebro todas las imágenes y sensaciones que se me presentaban como para abrir un libro. Dicho sea de paso también tengo que achacarle las culpas de mi insatisfactoria lectura veraniega a los amenazantes, y ya próximos, exámenes de Setiembre que me obligaron durante mi, ya mucho más relajada, estancia en mi querido pueblo de Olmeda de Cobeta a hacer vida de ermitaña y a abrir otra clase de libros.

Con estas extensísimas disculpas quiero iniciar el tema para hablar sobre mis dos únicos, viudos y tristes títulos que he leído este verano que como bien creeréis todos ambos suceden en Cuba. El primero, que tubo el privilegio de ser prácticamente acabado durante el trayecto de ida y vuelta, fue Así en La Habana como en el cielo del escritor gallego J. J. Armas Marcelo. Marcelo coronándose co-protagonista narrador omnisciente y omnipresente de su novela, con una finísima narrativa impactante de la que cuesta unas páginas acabar de acostumbrarse y unos días acabar de desprenderse, nos muestra las más íntimas vivencias de La Tribu formada por personajes reales o imaginarios que se descubren y se esconden alternativamente a lo largo de los capítulos. Hiram Solar, el ingeniero negro también conocido como Harry debido a su gran parecido con el cantante Harry Belafonte, descendiente de esclavos, hijo trinitario que malvive en La Habana y sigue malviviendo en Miami. Pedro Infinito, viejo, verdadero lobo de mar, acompañante de las mil y una peripecias del gran escritor Ernest Hemingway, piloto del pilar, dueño y señor de las aventuras y desventuras de Papá pero convertido en atracción turística por su inacabable e insaciable verborrea. Petra Porter, ex modelo de París, Santera de pies a cabeza, bellísima mulata de cuerpo de gacela que busca renovarse yendo de cama en cama. Zeida Olivar, alias botellita de licor, pequeña, hermosa y redondita, figuraba ser la mejor bailarina de la habana, una segunda Alicia Alonso, pero ama al alcohol y odia a la Revolución. Cabeza Pulpo, un totalmente corrupto policía, enamorado hasta las trancas de la pequeña Zeida, desespera por acabar con Hiram Solar causante aparente de su accidente, es un loco de atar que toma por sus riendas la justicia, todo en nombre de la Revolución; patria o muerte, venceremos. En este entramado de anécdotas y vivencias que es la novela del gallego Marcelo cuesta sobremanera distinguir lo real de la ficción, pues en Cuba ambas van cogidas de la mano guiadas de la exageración. Una novela que cubanea, que se contonea, que te llama la atención llegando al punto culminante de la intriga cuando descubres que jamás volverás a estar así en La Habana, como en el cielo.

El segundo libro de este verano lo comencé en la Olmeda, un tanto inconscientemente ya que pensé que tendría tiempo de acabarlo. Ahora hablo de Tres lindas cubanas del escritor Mexicano Gonzalo Celorio. Un libro autobiográfico que puede parecer un puente entre México y Cuba, la tierra de sus mayores, pero que en realidad cuenta la historia de las hermanas Blasco Milián hijas de la colonización, emparentadas con ricos comerciantes del negocio de la piel, acostumbradas a una vida de disciplina rigurosa pero con todas las comodidades que el dinero ofrece, se ven separadas y enfrentadas por la Revolución. Es Celorio quien, con numerosos viajes realizados a La Habana a lo largo de treinta años, nos da cuenta de las diversas situaciones políticas que experimenta el país, de las distintas opiniones sociales al respeto, pero sobretodo del cambio que sufre el país a los ojos del visitante y de la transformación ideológica que él mismo sufre, él que está anclado a Cuba por su historia familiar, que sentía la revolución como propia, que para él Fidel era un héroe… Desde la fascinación al desencanto, hablando siempre desde el amor porque Cuba está en su corazón y su Corazón está en cuba, haciendo una aguda crítica al país sin caer en los tópicos. Pero también, y sobretodo, es un homenaje a muchos escritores cubanos; Carpentier, Lezama; Eliseo Diego, Dulce María Loynaz, Nicolás Guillén…

Espero que con estas dos escuetas divagaciones sobre mis libros del verano tengáis suficiente como para que os pique la curiosidad y haceros con un ejemplar de algunos de los dos, realmente reflejan mucho de lo que vi y escuché en estas lejanas y hermosísimas tierras caribeñas.

jueves, 17 de julio de 2008

La noche de San Juan

Saludos lectores,



Un día tuve un sueño, que me sorprendió por lo complicado que era y por la nitidez con la que recordaba algunos fragmentos al despertarme. Creí que era una historia curiosa y que quizá podría escribirla, lo hice. Luego se la di a mi abuelo para que la leyese, porque le gusta leer lo que escribo. Ya sabéis como son los abuelos con sus nietos, para ellos no existe nadie más perfecto. Pero me dijo, que hace tiempo, mucho tiempo leyó un libro dónde el caso y la solución planteada era muy similar y que hacía poco había vuelto a pensar en esa historia. Fue una casualidad asombrosa, el poder inimaginable del subconsciente ya que estoy segura que en algún momento de mi vida debió hablarme de tal libro, que ahora no recuerda su nombre ni su autor, y yo en un momento dado acabé soñando con la historia y quise rescribirla. A continuación os dejo mi escrito, con la esperanza de que alguien se lo lea, recuerde la novela y me pueda dar la reseña:

Francisco Serra Pintado falleció la noche de San Juan de 2008. Lo encontraron en su casa, sentado en el sillón frente a la ventana de la buhardilla. Presentaba un disparo en la sien, un abrecartas clavado directamente al corazón y olía a almendras amargas. Serra era oncólogo en el Hospital Clínico, aparentemente no tenía enemigos ni negligencias medicas conocidas, era buen médico y buena persona. Sus amigos le querían y sus conocidos le deseaban el bien. Por eso causó un estrépito importante el hecho que apareciese muerto de un día para otro y nada más ni nada menos que asesinado de tres maneras diferentes a la vez. Por lo extraño del caso, las autoridades mandaron como encargado al policía que creían más apto; Ramón Torrequebrada. Era un hombretón grande como un armario, de aspecto brusco y expresión severa. Sin embargo, también era conocido por su gran sentido del humor, por su sensibilidad sin par, por su amor incondicional hacia los gatos y por su estúpida afición de devorar lecturas policíacas.

Visto el panorama que ofrecía el escenario del crimen, parecía que Serra hubiese estado pacientemente esperando su muerte. Sentado, solo, en su sillón observando los fuegos artificiales desde la ventana de la buhardilla. Celebrando San Juan consigo mismo. Torrequebrada comenzó por enviar el cuerpo a los forenses para dictaminar cual de las tres era la causa de la muerte, y continuó por estrujarse el cerebro intentando adivinar que motivos podría tener alguien para matar de tres maneras distintas al mismo hombre.

Al poco tiempo de estar de vuelta, en su despacho, el teléfono comenzó a sonar estrepitosamente. Una vocecilla temblorosa, de mujer asustada le confesó en un susurro el asesinato del señor Serra. Concertó una cita con ella y, cinco minutos antes de la hora exacta, la encontró sumisamente sentada en el banco de la entrada. Carlota Saavedra, apenas llegaría a los 20 años, estudiaba farmacia en la Universidad de Barcelona, era bajita, delgada, morena y de mirada extraviada. Cada sonido que salía de sus labios, se transformaba en una convulsión de todo su cuerpo, la corroía la culpabilidad. Torrequebrada, al mirarla, sentía que ella era incapaz de hacer daño a nadie, y menos de matar a un hombre de una manera tan cruel. Durante su reunión volvió a sonar el teléfono del despacho, era Gerardo del Castillo que también se confesaba culpable de la muerte del Serra. A los diez minutos tenía a ambos sospechosos sentados en el despacho y ya empezaba a vislumbrar la sucesión de los hechos, Carlota era cómplice y Gerardo el brazo asesino. Gerardo del Castillo era un hombre de mediana edad que trabajaba en la oficina de correos, a primera vista parecía no tener ningún rasgo excesivamente característico. Era castaño, de ojos oscuros con ojeras permanentes, llevaba la barba mal afeitada y le sudaban las manos. Torrequebrada comenzó a exponer su teoría cuando volvió a verse interrumpido por el sonido del teléfono. Ahora se trataba de Tomás Santamaría que, como los otros dos, confesaba ser autor del asesinato del oncólogo. Santamaría era un hombre repulsivo, bajito, barrigón, de pelo grasiento y de un rubio sucio. Le faltaba un diente y no tenía intención de aparecer por la consulta de ningún dentista, escupía al hablar y su aliento apestaba a tabaco barato.

Tras un rato de hablar con ellos Torrequebrada descubrió que ninguno de los tres se conocía, eran tres desconocidos que habían decidido matar al mismo hombre la misma noche de San Juan. Torrequebrada encendió un cigarrillo y empezó a escuchar pacientemente sus declaraciones:

- Hacía ya un tiempo que Francisco y yo nos veíamos. Al principio a mi él ni siquiera me gustaba, pero ya sabe a veces las cosas van como van y una se ve en medio de un torbellino que no sabe hacia dónde gira, ni hacia dónde va, ni cuando parará. Y Francisco era así, me quería a mí porque soy joven y medio estúpida, pero él seguía amando a su mujer. ¿Usted sabe lo duro que es competir con una muerta? Perderla fue lo peor que le pudo pasar, ella le entendía era una mujer fuerte y vigorosa, alta esbelta, rubia…perfecta. Y yo solo ganaba porque estaba viva, solo por eso. Estoy segura que él ni siquiera me quería, ni tan solo un poco… Peor me engañó, a su manera claro, quizá ni se dio cuenta que estaba conmigo por estar con alguien, porque era fácil, barato y no tenía que dar explicaciones a nadie. Eso es lo bueno de los secretos ¿sabe? Como lo nuestro estaba mal visto nadie podía saberlo, y es tan fácil mentir…mucho más de lo que parece. Yo no había mentido nunca, hasta que conocí a Francisco, entonces todo el mundo creyó que me había apuntado a clases de Francés. ¿Francés yo? Menuda estupidez, realmente no se porqué me creyeron, si a mi las lenguas se me dan más que mal…Pero bueno, allí estaba yo mintiendo una vez, y otra y otra hasta que me enamoré de Francisco. Yo se lo dije, porque soy así y porque ya estaba harta de secretos y mentiras, le dije que me había enamorado y que me daba igual que lo supiese la gente, que no quería secretos. ¿Y sabe usted lo que me dijo, lo sabe? Pues se rió de mi, se rió con ganas y me dio dinero “anda, ve y cómprate cosas bonitas. Ya sabes que dinero todo el que quieras”. Eso, eso me dijo… Claro, pero usted es hombre y no sabe lo que se puede sentir cuando te dicen eso. Y de pronto me di cuenta de mi situación, que yo estaba sola y que el único hombre al que había amado en mi vida en realidad, no valía ni el mendrugo de pan más duro del mundo. Pero usted sabe que contra el amor no se puede luchar, y bien yo seguía amándole en silencio. Decidí no volver a verle nunca, porque no podía soportarle le odiaba y le amaba a la vez. No se si nunca ha tenido esa sensación….pero yo ya no podía más, no podía soportar saber que existía, que vivía ni recibir mensajes suyos. No podía, era superior a mis fuerzas… Así que me decidí a matarle, en realidad le estaba haciendo un favor. Porque él no quería vivir, lo único que quería era a su mujer y ella estaba muerta, ¡MUERTA! Pues, no me fue demasiado difícil robar cianuro del laboratorio de la universidad, parece mentira pero realmente fue fácil… quien me lo iba a decir. Al principio todo era una ficción en mi cerebro, era como la justiciera. Yo…yo siempre he sido muy parada ¿sabe? Siempre he hecho todo aquello que querían que hiciese, siempre he sido la hija sumisa, la amiga confidente, la alumna aplicada, la amante callada…y, ya no podía más y le maté. Si, le maté. Le puse cianuro en el café como en los libros y en las películas, su muerte al menos sería digna de mención saldría en los periódicos como salió la de su mujer ¿recuerda? María Oleguer, pianista tuvo un accidente de tráfico y perdió la mano derecha. Ya no podía volver a tocar y a los pocos días, a pesar de estar estable murió de repente. Dicen que fue de pena, pero yo creo que Francisco la mató. Porque él era así, un romántico empedernido. Sabía que su mujer, la que el conocía, de la que se enamoró había muerto al perder su mano… ¿Cómo puede sobreponerse una pianista a la pérdida de su mano … no podría volver a tocar ¿comprende? Por eso estoy segura que la mató, pero él era médico y sabía como hacerlo para que nadie se diese cuenta. Y….yo quería matarle a él, por raciones viscerales, egoístas y ridículas frente a la sublime muestra de amor que él le dedicó a su mujer. Ni en eso pude compararme a ella, yo… soy así, soy una asesina…

- Yo…bueno, yo apenas conocía al señor Serra. Bueno, en realidad él no me conocía a mí. Yo era su cartero, le llevaba las cartas cada día. Recibía muchas postales ¿sabe? Cada semana alguna, de cualquier parte del mundo pero siempre con matasellos de Barcelona. Era extraño pero aún era más extraño lo que decían las cartas… lo, lo acusaban de la muerte de una mujer. Decía que le había inyectado potasio mientras estaba en el hospital, convaleciente, y que por eso había muerto pero que todo el mundo lo atribuyó al accidente que había sufrido poco antes. Todas, todas las postales decían lo mismo, lo acusaban y le advertían, le decían que tarde o temprano saldría a la luz…que un asesino jamás queda libre ya sea por la justicia o, a falta de ella, por la toma de la justicia por parte de alguien. Yo…bueno, me sentía mal llevándole ese tipo de cartas cada semana, y bueno al final acabé por quedármelas yo, al fin y al cabo el las tiraba a la papelera más cercana en cuanto las recibía y a mi me intrigaban. Creía que le hacía un favor ¿sabe? Yo, pensaba que todo era una broma de mal gusto, que ese pobre hombre era un médico honrado que lo le había hecho daño a nadie. Pero…luego me enteré de la muerte repentina de su mujer, de lo que acaba de hablar ella. Y bueno, ligué cabos o creí hacerlo. Pero me convencí a mi mismo de que en realidad, Serra no era un buen hombre, que había acabado con la vida de su mujer. Bueno… ¿Usted ha visto la ventana indiscreta? ¿De Hitchcock? Bueno pues hice algo parecido, me dediqué a espiarle. Y entonces me enteré de su lío con esta señorita, y yo estaba bastante en contra y acabe temiendo por su vida. Ella es tan joven… y él era mucho mayor que ella y…yo, yo estaba convencido de que había matado a su mujer ¿sabe? No, no podía estar tranquilo sabiendo eso. Ve, ¿ve estas ojeras? Casi no he dormido, hace por lo menos un mes que no duermo una noche seguida, me despierto viendo el asesinato de esta mujer, una y otra vez y….en fin, decidí ir a hablar con Serra. Cuando le mostré las postales que había estado quedándome y le confesé que sabía lo suyo con una estudiante, montó en cólera, me derramó el café encima y se abalanzó sobre mí. Salí corriendo de allí, pero volví por la noche. Él estaba sentado en su sillón y cuando quiso darse cuenta lo había inmovilizado y le clavé el abrecartas. Lo maté, lo maté con su propio abrecartas sin razón para hacerlo, porque no puedo probar que él matase a su mujer… yo, yo…fue, irreflexivo, lo hice sin pensar. Estaba poseído… Jamás le he hecho daño a nadie, nunca, ni siquiera me pegué en la escuela. No, nos e porqué lo hice.

- Bueno, lo primero que tengo que decir es que yo no hice nada por sensiblería estúpida. Yo maté a Serra a conciencia, a sangre fría y con premeditación. Fui a su casa la noche de San Juan y le pegué un tiro en los sesos así… ¡PUM! Total a mí me daba igual si moría al instante o se desangraba, era un tipo que me caía mal. Y además lo maté por la espalda, cobardemente si quiere. Pero lo maté yo, estoy seguro. En realidad a mi me daba igual que hubiese matado a su mujer o que tuviese una relación con una pánfila… pero él tenía dinero, yo lo sabía porque salió en los periódicos cuando murió la pianista. Así que me dediqué a hacerle chantaje. Le enviaba millones de postales diciendo que sabía lo del asesinato de su mujer, porque perdóneme pero la policía hizo un trabajo pésimo. A ver, dígame como puede ser que nosotros tres cada uno por su cuenta supiese que la mujer de Serra fue asesinada por su propio marido y no hubieses hecho nada al respecto… ¡bah! Da vergüenza este país… No, no se enfade conmigo, que pronto podrá arrestarme, meterme en la cárcel y dejar que me pudra ahí. Lo que yo quería era su dinero, nada de justicia total a mí que me importa. Y además de las postales que el estúpido este de correos se dedicaba a interceptar, le enviaba cartas y e-mails pidiéndole dinero. El dinero tampoco era para mi, que soy mala gente, ya lo se, pero tengo familia también. Y a ellos no les meta en esto, que no saben nada. Yo quería su dinero porque me estoy muriendo. Tengo cáncer de pulmón y me quedan menos de dos meses, pero no tengo mucho dinero y mi mujer no gana demasiado tampoco. Yo quería que mis hijos estudiasen una carrera, porque el mayor no, pero la pequeña es brillante ¡Brillante! Ella quiere ser música, pero de eso no se vive…pero le gusta, toca el piano y su profesora dice que es buena y idolatraba a María Oleguer. Aspiraba a ser como ella, y casi se me muere la niña al leer la noticia de su muerte. Por eso, porque ella estaba como obsesionada por esa mujer me enteré de todo, porque a ver yo leer lo que se dice leer como que no, ni periódicos, ni nada. Que no tengo tiempo vamos, ni me gusta para que nos vamos a engañar pero yo soy tonto y mis hijos no lo son, ellos tenían que estudiar pero tenemos poco dinero y si yo me muero pues aún vamos a tener menos. Yo, yo quería el dinero del mamón este del médico para salvar a mis hijos. El mató a su mujer y mi hija lo sintió como si se hubiese muerto su hermana…así que en cierto modo me lo debía. Pero si no quiere verlo así no lo vea, lo maté por dinero y listo. Pero el muy cabrón no me dio el dinero, no señor, tubo que hacerme la jugarreta de darme un cheque ¡un cheque! Y encima sin fondos. Yo quería eso de las pelis, un maletín y dinero y punto. Pero nada, que no le entraba en la cabeza, decía no sequé de que sería muy sospechoso. ¿Y a mi qué? Joder, que yo solo quería la pasta. Bueno, al final lo maté porque me hartó, y me quedé así sin ver un billete. Pero no me van a meter en la cárcel, porque me estoy a punto de morir y si me mete me muero ahí que ya ve lo que a mi me importa. Que más da morirse en un sitio que en otro, peor lo que no quiero es que arreste a estos dos, que no les conozco pero me recuerdan a mis hijos. Y además que yo dejé mil pruebas en la sala, y acabarían por pillarme. Si ya me había hecho a la idea…pero bueno, vi en la tele a estos dos idiotas y tuve que venir. Ya me dirá usted, ¿no habría hecho lo mismo?

Poco después Torrequebrada recibió la llamada del forense, Serra había muerto por paro cardíaco. Muerte natural, tres intentos de asesinato pero el doctor murió por causas naturales. Sin duda estaba destinado a morir la noche de San Juan.

Junio 2008


miércoles, 9 de julio de 2008

Nuestro hombre en la habana

Saludos lectores,

Debido a mi futuro, pero próximo, viaje a Cuba, estoy haciendo recopilación de novelas que sucedan en este país. Es una manía como cualquier otra el querer ambientar mi mente hacia un lugar, por ahora, desconocido para mi queriéndome acercar antes de tiempo a base de literatura y películas. Normalmente consigo varias reseñas de libros interesantes de mano de amigos y familiares, pero este año no debo haberme esmerado lo suficiente pues han sido pocos los títulos que han llegado a mis oídos y cada vez estoy más cerca de mi partida hacia el Caribe. Así, que parte del interés de esta entrada consiste en preguntaros a vosotros, lectores, si conocéis cualquier libro que suceda en Cuba y si seríais tan amables de compartirlo conmigo.

De momento he conseguido tener entre mis manos el libro que da título a esta entrada, Nuestro hombre en la habana de Graham Greene. El año pasado leí otro famoso libro del mismo autor, El americano impasible éste transcurre en Vietnam recreando parte de la guerra a través de los ojos de un corresponsal británico con pocas ambiciones. Tengo que decir que la novela es altamente recomendable del mismo modo que las películas homónimas con Joseph Leo Mankiewicz como director en la primera versión cinematográfica y con Phillip Noyce en la segunda versión del 2002. Debido al éxito meramente personal que obtuve al leer este libro dudé poco en hacerme con Nuestro hombre en la habana y devorarlo bajo el sol veraniego de las playas de Barcelona. Si el primer libro que leí de Greene me gustó el segundo me ha encantado, pero ambos son completamente distintos e incomparables.

Nuestro hombre en la habana ofrece una lectura fresca y rápida mostrándonos la vida de Jim Wormold, un expatriado inglés residente en la Habana durante los últimos años de la dictadura de Batista. Se trata de un simple vendedor de aspiradoras cuya máxima preocupación en la vida es la felicidad de su beata hija, Milly, que de modo totalmente fortuito y ajeno a sus planes de vida acaba por convertirse en espía del servicio secreto británico para costearle los estudios. Su vocación como espía es nula y como apenas dispone de medios inicia una farsa enviando falsos informes y creando subagentes imaginarios, entre otras cosas envía a Londres planos de sus propias aspiradoras haciéndolos pasar por armas tan poderosas como las bombas H. Dicha farsa acaba por convertirle en un espía muy bien considerado por sus superiores, el desenlace de la obra inicia cuando Wormold se encuentra totalmente sumergido en la realidad de su farsa revelando oscuros secretos del servicio de información y poniendo al descubierto los últimos resortes del comportamiento humano frente a situaciones límite. Según mi opinión, si este verano tenéis la oportunidad de leer este libro hacedlo porque os aseguro que va a gustaros.

Otro título que he conseguido es El viejo y el mar de Ernest Hemingway pero de esta novela aún no me veo capacitada para hablar, tendré que leérmela y meditarla antes de iniciar una entrada hablando de Heminguay, Cuba y su obra. Para ello, seguramente espere a la vuelta de mi viaje cuando haya podido ver con mis propios ojos su casa y sus tabernas favoritas.


domingo, 29 de junio de 2008

Oblomov o la destrucción del amor

Saludos lectores,

He recibido el siguiente artículo que habla sobre Oblomov, de Iván Goncharov, de manos de un autor que me ha pedido encarecidamente que le permita mantener su anonimato. Pese a todo, yo no puedo quedarme indiferente frente a tan agradable sorpresa de modo que me veo moralmente obligada a expresar mi pasmosa gratitud frente al inicio de lo que yo deseaba al comenzar éste blog, un libre intercambio de opiniones. Así, que aquí os dejo su artículo junto con mi promesa de leerme Oblomov;

Siempre que se piensa en la bella Rusia, se evoca a Tolstoi, a Dostoyevski, a Puishkin o a Chéjov, grandes autores del desasosiego y la humanidad, románticos exaltados en virtud de un proceder que suele asemejarse al frenético e incesante hurgar de la musaraña. Raras veces recordamos a un tal Iván Goncharov pese a ser toda una institución en Rusia. Goncharov es autor de una única gran obra: Oblomov. Ésta trata de un cándido burgués terrateniente, venido a menos por el peso del trabajo, fracasado como funcionario y echado a perder a nivel estético. Un hombre sin inquietudes ni intereses más allá de lo meramente cotidiano. No es destacable en ningún sentido y no por ello, pese a lo que se podría pensar, pasa desapercibido ante los ojos del romántico escritor.

Oblomov vive en un piso del centro de San Petersburgo. Su criado, Zájar, es incapaz de mantener el orden y la pulcritud en tan ajado antro de viejos. Ambos viven de la renta que reciben de las tierras de Oblomovka (las tierras de Oblomov), cada vez más escasas debido a la corrupción del administrador y la vagancia de los mujiks (mozos de cuadra). Oblomov resta indiferente a esta situación y ello le lleva a una ruina parcial de la que saldrá mudándose al campo, obedeciendo al que considera su único amigo, Shtolz. Éste ha de llevárselo casi a rastras ya que Oblomov es totalmente incapaz de tomar una decisión.

Una vez en el campo, la situación cambia drásticamente, pues Oblomov se enamora de Olga, una mujer delicada y bella. Olga ve en Oblomov un potencial tremendo, un hombre educado y discreto, que parece desentenderse de las cuestiones que afectan al mundo. A su vez, Oblomov se conmueve cuando Olga canta Casta Diva. Con este caldo de cultivo empieza su romance pero, al igual que el resto de cosas en la vida de Oblomov, éste nunca llega a oficializarse. Gracias al hiperactivo Shtolz (antítesis de Oblomov), Olga se da cuenta de que está enamorada de un futuro que nunca llegará, pues el presente se pasa el día tumbado en el diván. Oblomov ya era consciente de esta circunstancia i había previsto el fin del idilio con anterioridad.

El final de la novela es de los mejores que jamás se han creado. Nunca he sido partidario de desvelar los finales, aunque sea de libros clásicos, y ahora no haré una excepción. Solo diré que los últimos capítulos no dan lugar a esperanza alguna. Goncharov no creía que las personas pudieran mejorar. Como buen ruso de principios del XIX, la gracia, la naturaleza humana y el destino regían su vida de tal modo que no existía ningún tipo de permeabilidad que diera lugar al sueño americano. El infierno, entendido como un campo de trabajos forzados en Siberia, no tiene escapatoria. Ya asistimos al ocaso de Raskolnikov (ni siquiera el amor lo salvó) y ahora nos proponen algo peor, si cabe, a lo vivido por el héroe de Dostoyevski. Ser conscientes de la presencia de la muerte y de sus consecuencias puede ayudarnos a cambiar (sí, Goncharov, cambiar) pero la perpetua reflexión sobre esas consecuencias puede llevarnos a un holocausto intelectual que nos haga desear una Siberia eterna, fría y justa.

lunes, 23 de junio de 2008

¡Maldito baile de muertos!

Hoy, por primera vez, se fijó en los buitres del acantilado, y pensó en su propia muerte. Mirando al pasado se ha dado cuenta que no hay nada de lo que se sienta orgullosa, pero tampoco le ha importado demasiado. Solo se ha visto invadida por un extraño sentimiento que no puede definir del todo, una especie de melancolía triste, llena de desencanto. Se ha descubierto dándose cuenta de lo muy poco, incluso inexistente, que ha hecho nunca. Pura nulidad, desamparada, sola y sabiendo lo necesario de la soledad para el conocimiento de uno mismo.

Un autoanálisis exhaustivo, incompleto, incongruente… Soledad acompañada de la mano de su propia compañía, básica, y sí, admirable.

A veces comparaba el acantilado con un pozo de sabiduría. Quizá no fuera sabio, pero sabía usar las palabras y llenar el corazón. No como ella, que con un solo gesto o una palabra de consuelo conseguía mitigar el dolor hasta hacerlo disminuir transformándolo en un gránulo perfectamente manejable y fácil de esconder. Creedme, no es muy complicado ser como ella. Únicamente es cuestión de desprenderse de la conciencia, sin dejar se ser, uno se rige por el equilibrio interior, basado en la no culpabilidad de los hechos. Ella puede dormir sin desvelarse, sin pesadillas, sin frustraciones ni ningún tipo de sufrimiento. Simple y llanamente por el goce del dormir por dormir. Puede dejarse llevar de pleno a un mundo paralelo dónde todo es o no es o fue o dejó de ser, segura de su voluntad y siempre por el propio placer, sin provocar ningún daño en los demás seres. Duerme sin tener que despertarse y acudir a la inminente llamada de la realidad. Pero sabe que si se refugia entre sueños, deseos y anhelos vivirá en sueños, en ficciones, sin vivir, y cuando se acabe descubrirá su mísera existencia.

Hoy, por primera vez, se fijó en el vuelo de los buitres del acantilado. Y ha descubierto una extraña capacidad para observar, ha aprendido que casi sin hablar puede llegar a formarse un esbozo algo parecido a la realidad. Ella es impresionable y capaz de admirar en los demás las virtudes y habilidades que ella no tiene. Mirando el vuelo circular de los buitres se ha dado cuenta que ansía saber más, comprender, adelantarse a sus actos, seguir sus pensamientos… Resulta, que el conocer a medias el alma noble del acantilado, superior e inquietante le alborota los sentidos y le entumece el cerebro. Desespera por estar al tanto de los futuros senderos que recorrerá, pues le alegrará conocer sus palabras y sus consejos, porque cree que pueden ayudarla, de modo un tanto inhabitual, a mejorar como persona. Pero se siente impotente frente al gran tamaño del acantilado y la noble danza de sus hijos, no consigue comprender su lenguaje.

No deja de intranquilizarse pues se guía por intuición, instinto o corazonada y cada vez más a menudo deja olvidada la razón. Hasta que se une a la danza desesperante, trazando círculos concéntricos en el aire. Y ellos siguen danzando, esperando a que, agotada, les deje culminar su baile.

Marzo 2008

miércoles, 18 de junio de 2008

Y sin saberlo, Kafka se apoderó

Saludos lectores,


A veces ocurre que sin razón aparente se te vienen unas ideas a la cabeza y las escribes tal cual en un trozo de papel, al rato las relees y te gustan. Entonces, decides pasarlo al ordenador para que no se pierda y meses después encuentras un documento con palabras tuyas que te llegan como si fuesen de otro. Bien, pues algo así me ha pasado hoy y como en la entrada sobre Nieve acabó apareciendo Kafka como una presencia asociada a la letra K y el escrito que he encontrado lo escribí poco después de leerme un libro recopilatorio de algunas de sus obras, he decidido que los astros pueden haberse alineado para mandarme esta señal o que, simplemente, podría ser buena idea colgar algo mío. Aunque, por supuesto, no pretendo deslumbrar a nadie os dejo aquí mis palabras deshilachadas;


Y una brizna de locura,
en sus ojos.
Apenas perceptible.
Un destello momentáneo,
al mirar de reojo, hacia atrás;
al pasado, borroso, antiguo, inerte.
Un atisbo de incredulidad,
ansias de libertad…


Y allí está, esperando,
mirando sin ver, aguardando,
sonriendo al vacío,
agudizando su demencia latente.

Y nadie se da cuenta,
parece tan normal, escéptica.
Tranquila, segura de su inseguridad,
vive, loca creyéndose cuerda
y cuerdos ignorándola loca,
pero vive.

Lee a perturbados agobiados,
guiños de complicidad,
Palabras de comprensión…

Y sigue viva,
esclava de sus sueños,
señora de su reino,
trastornada, sin razón
ida, a ratos,
de vez en cuando.

Y ya nada es igual,
pero todo sigue, normal.


Enero 2008