viernes, 2 de enero de 2009

Rabos de Lagartija

Saludos lectores,

Coincidiendo con la primera entrada del año 2009, deseándoos un feliz año nuevo a todos vosotros, escribo sobre Rabos de Lagartija, que es sin duda la mejor obra que he leído de Juan Marsé. La más completa, la más cruel, la más tierna, la más verdadera a la vez que la más fantasiosa.

Narrada por Víctor Bartra (hijo), un no nato que desde el vientre de su madre habla con ella y su hermano a la par que con nosotros, mostrándonos cruda y cruel la vida un tanto atropellada de David Bartra, un joven fantasioso hijo de un desaparecido padre alcohólico buscado por la “justicia” franquista y una emprendedora pelirroja, ex maestra de escuela y actual costurera del barrio del Guinardó. Un profundo retrato de la sociedad de la posguerra, de la antigua Barcelona y de lo que ahora no es más que un barrio residencial, un escenario de pobreza, muchachos que deambulan por la calle, la fascinación por el cine y la sexualidad reprimida. La melancólica pareja del desventurado David y Chispa su fiel perro viejo, feo, ciego y sordo son el eje de la novela, y a su alrededor suceden las más desgarradoras historias.

Rabos de lagartija es la historia de las relaciones frustradas, donde no hay ni héroes ni triunfadores porque en la España franquista tan solo hay víctimas. En 1945, en una barriada marginal de Barcelona, el barrio del Guinardó, en un antiguo consultorio de un otorrinolaringólogo fusilado vive realquilada una maestra represaliada, Rosa Bartra, conocida como “la pelirroja” en compañía de sus tres hijos, Juan Bartra muerto por una bomba durante la guerra, David Bartra aprendiz de fotógrafo de bodas y bautizos y el aún no nato Víctor Bartra. Recibe periódicas visitas del inspector Galván con el pretexto de indagar sobre su marido Víctor Bartra (padre), rebelde en paradero desconocido. Sin embargo oculta un amor desesperado hacia la insólita pelirroja, amor que le valdrá el odio del mayor de sus hijos vivos, David, que no descansará hasta probar la falsedad del guripa ante los ojos de su madre.

David vive permanentemente entre la realidad y la ficción, entre la verdad y la mentira. Plenamente consciente de lo que sucede pero demasiado fantasioso para no añadir sus sueños y sus visiones a la vida misma. Las largas mañanas en busca de rabos de lagartija para curar las almorranas de su íntimo amigo, Paulino. Las oscuras tardes en el cine Delicias, en compañía de Paulino dónde le susurra los abusos a los que le somete su tío ex Guardia Civil. Las noches en vela recibiendo las visitas de Juan, su hermano muerto, de su padre permanentemente ebrio y embadurnado en sangre, del arrogante piloto de la RAF que lo mira desdeñoso con su flamante cazadora de cuerdo desde el póster de su habitación. Y la vida de David transcurre así, en busca de Amanda la niña que circula en bicicleta de hombre, odiando en silencio al guripa que les trae café-café, azúcar y chocolate. Mintiendo por los descosidos, haciendo la vida más real de lo que es viendo como las vidas de todos los que le rodean se desmoronan en un abrir y cerrar de ojos. Sufriendo por la culpabilidad que siente frente a todas las desgracias de su madre, de su hermano y de su amigo.

Una desgarradora ficción que muy bien podría ser una más de todas las desgarradoras verdades que por España se esconden.

martes, 23 de diciembre de 2008

El guardián entre el centeno (JD Salinger) vs Botchan (Soseki, Natsume)

Saludos lectores,

Tengo el honor de presentaros una entrada que me ha enviado un amigo que desea permanecer en el anonimato. Poco puedo decir yo a modo de introducción sobre los dos libros que nos presenta ya que no he tenido el placer de leerlos. De todos modos, espero que disfrutéis con su crónica:

Nos encontramos ante dos de las novelas narradas en primera persona más comparadas a lo largo de la historia. Botchan, escrita en Japón en 1906 y The catcher in the rye, 1951. Las diferencias contextuales son más que evidentes, situándose la novela japonesa en la primera madurez de un joven casi huérfano de provincias intentando hacer frente a la emancipación y la vida adulta con su primer trabajo como maestro en una escuela de un pueblo bastante perdido en una isla sureña, mientras que la americana nos habla de un mal estudiante de College que vuelve a fracasar en los estudios y las relaciones personales en un Colegio mayor estadounidense y, más adelante en la novela, en la ciudad que nunca duerme y para con la familia. Las radiografías sociales de ambas obras son excelentes, después de leer el libro de Soseki uno se transforma en un conocedor de los valores y cultura japoneses tradicionales pero también de la creciente influencia del estilo de vida occidental en esos años (en la actualidad tal vez ya completa según podemos leer en los muy celebrados libros de Murakami). Después de leer la primera obra de Salinger uno acaba odiando la gente de los colegios-internados americanos (sólo publicó cuatro títulos entre 51 y 63. Sigue vivo pero no publica novelas).
Sin embargo, el paralelismo entre los dos personajes es evidente: pérdidas familiares tempranas, cierta dificultad en la comunicación con la gente (sensación espectacularmente ampliada gracias a las licencias gramaticales y morfo-sintácticas que los escritores se tomaron en su momento aunque hoy están al orden del día), gran actividad cerebral, nobleza. Estos rasgos, aunque son poco frecuentes en los personajes principales de las novelas, cuadran perfectamente con el ideal del héroe trágico griego. Esto es: Grandes cualidades, pero algún defecto que acerque al protagonista al espectador. No hay novela en que este perfil no se dé (Don Quijote y su locura, Hamlet y sus cavilaciones, los personajes de Auster y sus adicciones o los personajes de Kundera y sus inseguridades. También en los cuentos Disney se repite el esquema. Simba y su asesinato, Aladín y su ansia de poder, la Bestia y su maldición, etc.). Pero en estos dos personajes, parece que la imperfección y la “pringadez” es más evidente que las bondades, por ello se les atribuye a veces el adjetivo "anti-héroes".
A parte de todo esto, hay que mencionar también el toque melancólico de El Guardián entre el centeno, con su frase final brillantísima "No cuenten nunca nada a nadie. Si lo hacen, empezarán a echar de menos a todo el mundo", que podemos paralelizar muy bien con la vieja criada que en ausencia de la madre de Botchan, le cuidaba y mimaba a pesar del pasotismo de su padre y su hermano mayor.

El contenido reflexivo de ambas obras no es extraordinariamente profundo, pero en ambas se habla de la educación y la falta de ella, de la pérdida de valores de la que hoy somos todos víctimas, desde el nihilismo, desde la sensación de vacío de los dos protagonistas. Ambas historia ilustran períodos muy cortos (unas semanas Soseki, cinco o seis días Salinger), pero siempre desde la nitidez del recuerdo fotográfico y con cierto toque poético y capacidad de goce espiritual con el exterior.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Memorias de Adriano

Saludos lectores,

Esta entrada se la dedico a los dos amigos que me propusieron leer conjuntamente Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, por haber sido tan perspicaces al escoger tan buen libro. El año pasado ya hicimos una práctica semejante con El Extranjero de Albert Camus y los resultados fueron bastante interesantes. En un principio tenía la intención de obligarles a hacer una entrada conjunta, pero como veo que no terminan de acabarlo espero poder conformarme con un extenso comentario de su opinión o de su experiencia al leerlo.

Siempre he tenido una simpatía irracional hacia la época romana, supongo que tuve una especie de revelación con Yo Claudio y posteriormente me dejé seducir por la figura de Julio César. Sin embargo del emperador Adriano sólo había oído hablar una vez, fue en mi viaje a Egipto cuando tendría 13 años. Contemplando al impertérrito coloso de Memnón mi padre me hizo acercarme más que cualquier turista y mostrarme como gravado pacientemente en la piedra se podía leer claramente ADRIANO. No se porqué olvidé esta anécdota hasta que resurgió forzosamente de las profundidades de mi subconsciente al leer este libro. En un capítulo del mismo libro, cuando Adriano, destrozado por la muerte de su joven y bello amante Antínoo, se deja arrastrar por la corte de su despechada mujer para oír el lastimero quejido del coloso guardián de la ciudad es poseído por un extraño instinto de dejar marcado su nombre para la posteridad.

No cabe duda que Margueritte Yourcenar hizo un extraordinario trabajo de investigación para escribir este libro. El libro coge la forma de epístola que el emperador Adriano escribe a Marco Aurelio, su nieto político. Está narrado siempre en primera persona, con los sentimientos, los puntos de vista y las profundas cavilaciones del emperador expresadas de modo claro y contundente. Adriano medita sobre sus triunfos y sus derrotas, sus experimentos en las diversas religiones, su amor por la filosofía, la música y la poesía así como su indiscutible pasión hacia su ya nombrado amante Antínoo. Al principio me costó bastante situar en un marco histórico a Adriano, por eso tuve que remediar mi ignorancia investigando un poco al respecto. Pronto supe que Adriano fue emperador en el siglo II después de Cristo, en una época en la que prácticamente se había dejado de creer en los dioses romanos pero en la que aún no se había asentado el Cristianismo. También averigüé (aunque no me hubiese costado demasiado leer unas cuantas páginas más dónde queda aclarado a la perfección) que Adriano fue el hijo adoptivo de Trajano y, a su vez, también fue el padre y el abuelo adoptivo de Antonino Pío y Marco Aurelio. Sabía que la época de Trajano fue la mayor época de expansión del Imperio Romano pero aprendí que la era de Adriano fue “casi” equiparable a la Pax Romana de Octavio Augusto. Adriano como buen emperador-filósofo abogó por el diálogo, intentó minimizar las guerras al máximo ya que su predecesor estuvo, incluso, demasiado predispuesto a ellas y logró mantener un Imperio en una época en la que todo apuntaba a su desmoronamiento.

En mi opinión, Memorias de Adriano se trata de una novela que a su vez puede considerarse una clase magistral de historia antigua. Sin duda, altamente recomendable.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Otra tanda de escritor sueco

Saludos lectores,

Tras leerme Los hombres que no amaban a las mujeres me hablaron de otra serie policíaca de otro escritor sueco. Estoy hablando del ya conocido Henning Mankell autor de la serie protagonizada por el inspector Wallander que le ha convertido en un escritor de fama mundial y con cifras de ventas millonarias. Tengo que reconocer que hasta el momento solo me he leído el primer tomo de la serie, Asesinos sin rostro, (aunque voy ya casi por la mitad del segundo, Los perros de Riga) pero creo que tan solo con eso ya puedo decir que se trata de una buena serie con la que pasar el rato.

No es una maravilla literaria, ni una obra maestra de la narrativa pero si una novela policíaca dónde el protagonista pese a ser gris, pesimista y poco triunfador, cae bien. De momento se han traducido 14 tomos de la serie al español y se pueden encontrar en la económica edición de Tusquets editores o si no siempre existen las bibliotecas… Asesinos sin rostro se inicia con un inspector Kurt Wallander que atraviesa uno de los momentos más sombríos de su vida, su mujer acaba de abandonarle, su padre está enfermo, su hija apenas le habla, esta ganando peso, bebe demasiado, duerme poco y comete alguna que otra imprudencia. Este veterano policía debe ponerse al frente de la investigación de un brutal asesinato de un anciano matrimonio de granjeros de Lernap. La mujer antes de morir pronuncia la palabra “extranjeros” repetidas veces, con eso Kurt Wallander y sus ayudantes no sólo tienen que enfrentarse a un asesino a sangre fría sino a una sociedad entera que alberga insospechados sentimientos racistas.

Al leerlo he podido encontrar ciertas similitudes con el libro de Stieg Larsson que comenté en una entrada anterior. Ambos libros tratan una temática similar, si bien el de Larsson está más centrado en los maltratos de las mujeres que en el racismo, media familia de los Vanger fue Nazi en su momento o ahora pertenecen a grupos nacionalistas extremos con lo cual el tema del racismo tiene bastante fuerza en la novela. Al contrario que la primera novela de Mankell que está firmemente centrada en el racismo pero, sin embargo, el matrimonio asesinado sufre maltratos bestiales antes de morir. Así que he llegado a la conclusión que la fuerte violencia del maltrato y el racismo son temas candentes en la Suecia actual. Supongo que la mayoría de gente habrá leído antes a Mankell que a Larsson, ya que Mankel es más conocido, lleva más tiempo escribiendo y su carrera literaria es bastante más extensa. Pero aunque diga que hay varios puntos similares en ambas series, el enfoque y la manera de tratar el tema son completamente distintos de modo que creo bastante interesante leer los dos libros.

¡A ver si os animáis! :)

martes, 11 de noviembre de 2008

El rosal

Era un once de Noviembre frío y desesperanzador. El cielo encapotado amenazaba lluvia, el helado, fuerte y seco viento golpeaba frenéticamente las ramas de los árboles que alocadas crujían al compás del viento cual notas de una célebre melodía diabólica. Pese a la música del viento el pueblo estaba en silencio. De pronto se unieron a la sinfonía de la naturaleza las campanadas de las doce, tañendo ferozmente.

Como movidos por un reloj, todos a la vez salieron de sus casas, jóvenes y viejos. Toda la familia con paso grave y silencioso se encaminó hacia un lugar bien alejado, era su momento, era su dolor privado y nadie que no fuese uno de ellos tenía derecho a interponerse en su camino. Nadie hablaba, nadie se atrevía a romper aquel silencio esperanzador, algunos ya lo tenían asumido, otros aún creían que no era cierto, y unos pocos pensaban que no podrían vivir así. El gris del cielo aumentaba a medida que avanzaba la comitiva silenciosa. Las nubes oscuras se acumulaban sobre sus cabezas, el rugir del viento se acentuaba, andar era un suplicio. La cuesta parecía más acusada que otras veces. Jadeantes, con la pena a cuestas, los ojos llorosos, los rostros rojos y ajados llegaron, al fin.

La hermana enseguida reconoció el lugar, los recuerdos alegres, tristes, cruciales y banales se le amontonaban en la mente. No daba abasto, no podía saborearlos todos, no podía retener ninguno, no podía escoger los mejores. Aparecían uno detrás de otro, sin sonido, sin color como una película muda donde los actores y las actrices eran personas conocidas y la protagonista era la mujer que ahora reposaba en la urna. Se agobiaba por momentos. El chocar de la pala contra la tierra, el sonido de la arena amontonada se le metía en la cabeza, no podía pensar, estaba obligada a ver aquel suceso de recuerdos insaciables.

No paraba, alguien golpeaba enérgicamente el suelo arcilloso con la pala. Esforzándose por cavar el hoyo a la profundidad adecuada. El sonido metálico era angustiosamente agudo, el olor a arena removida y a muerte se le acopiaba en las fosas nasales. No veía a las personas, veía sombras. Sombras que se le acercaban, que la abrazaban, le daban el pésame. Sombras que hablaban, sombras que recitaban poesías, sombras que se despedían, sombras que la recordaban. Una sombra que cavaba con una pala metálica, plan, plan, plan... Por fin paró. El silencio se adueñó de todos, el sonido espeluznante del viento, dos o tres gotas cayeron, las suficientes para humedecer la tierra. “Así crecerá mejor” musitó alguien. Dos sombras se abrazaron, un susurro alentador rompió el silencio, el niño rompió a llorar pero una sombra maternal ahogo el llanto con suaves palabras susurradas entre dientes al oído de la criatura.

Le tocaba hablar.

Con manos torpes y temblorosas desdobló el papel. El silencio era total, el viento sacudía al pequeño trozo de papel, tan débil, tan frágil. Dos enormes lágrimas saladas cayeron encima del escrito. Casi no se podía leer la pequeña y apretada letra escrita en tinta azul. La voz moría en su garganta. Era incapaz de pronunciar una sola sílaba. Tenía la boca seca, la cabeza llena de recuerdos y el corazón de sentimientos. Abrió la boca pero solo salió aire. Volvió a doblar apresuradamente el papel, lo lanzó al hoyo. Se le nublaba la vista, las lágrimas llenaban las cuencas de sus ojos. El olor de tierra mojada estaba presente en todas partes, como un dios al que se veía obligada a venerar. El viento frío agrietaba su rostro. Sollozaba. Alguien dijo unas palabras emotivas. Otro rompió a llorar silenciosamente. El perro aullaba. El que había estado cavando esparció las cenizas. Encima plantaron cuidadosamente las semillas. El metal de la pala chocando contra el suelo, plan, plan, plan…

Y de allí brotó el rosal. Sin duda el rosal más hermoso de todos. Pues estaba regado con las lágrimas de aquellos que la querían y se nutría de los pedazos de corazón arrancados por la tristeza y el dolor, los bellos recuerdos eran su esencia y las más grandes y hermosas rosas, frutos de su anterior vida.

Pasaron los años y aún aquellos que en vida le tuvieron envidia le tuvieron también en muerte. Pues el magnífico rosal creció oloroso, rojo, recto, espinoso, fértil y hermoso. De una forma u otra ella vivía en aquellas flores, igual que sus camisas floreadas, que su buen entendimiento, que su cariño y su amor por las personas y la vida. La visita al rosal se convirtió en tradición, la historia fue de boca en boca deformándose con el paso del tiempo. Se decía que su alma alentaba al rosal a crecer más rápido y mejor que las demás plantas, del mismo modo que ella había alentado a tanta gente a enfrentarse a sus temores, a vencerlos y a conseguir aquello que se habían propuesto. La mujer pueblerina que su familia tanto había querido pasó a ser heroína. Pero el rosal siguió allí, único testimonio de la dura, triste y cruel realidad: Vivir conlleva morir. El rosal que ahora adoramos algún día morirá, pero al plantarlo ya sabíamos su fin. Cada vez que nace un niño se le está condenando a morir. Pero a la muerte en si no se le teme, pues todos tenemos integrado en nuestro interior el destino final. Se teme a la forma en que muramos, al dolor, a la tristeza de los demás, a la desgracia de los tuyos. Se teme aquello que no podrás ver, imaginar el desasosiego de aquellas personas que te importan, pensar en cómo seguirá la vida sin ti, caer en el olvido, se teme ser lo que siempre hemos sido; nada.

Pero aún hay algo peor que la muerte física, la muerte de la voluntad, del alma. Ella murió pero siguió tanto en el recuerdo como en el rosal, sin embargo la hermana aparentemente vivía. Su cuerpo desempeñaba las funciones vitales a la perfección, el corazón latía constante, los pulmones respiraban, los riñones drenaban y el cerebro controlaba. Pero de todos modos no estaba viva, era un cuerpo que andaba, comía y respiraba. No sentía más que dolor, angustia y desesperación. Hacía mucho tiempo que la vida había dejado de tener ningún sentido para ella, se limitaba a esperar su fin. Quería que llegase lo antes posible, lo anhelaba. Se había pasado la vida soñando y un duro golpe la había obligado a despertar. Al hacerlo la multitud de injusticias e incongruencias de la realidad se le clavaron cual dardos en el centro del corazón. Cortando así, de cuajo, cualquier atisbo de felicidad o buenos sentimientos, condenándola a vagar por la tierra sin pertenecer del todo a ella. Se pasaba largas horas lamentándose sintiendo un dolor terrible por la pérdida de alguien a quien amaba, respetaba e idolatraba. La muerte no era algo nuevo para ella, sus padres envejecieron y murieron mucho antes, pero eso ya lo esperaba. Los padres mueren antes que los hijos, la naturaleza sabia se lo había mostrado de bien pequeña teniendo como escenario el bosque y los corderos y el zorro de personajes. Pero para ella los hermanos duraban hasta siempre. Jamás se había planteado aquello ni nadie le había abierto los ojos. Su único consuelo era cuidar, observar, podar, regar y oler el hermoso rosal que contenía infinidad de partículas que antes le habían pertenecido.

Entre lamento y lamento la vida fue pasando como un débil suspiro, seco y sin aliento. De tanto lamentarse la vida se había escurrido entre sus dedos y ahora ya era demasiado tarde para poder agarrarla con fuerza y no dejarla escapar. Tuvo que resignarse a extender el brazo con todas sus fuerzas para acariciar con la yema de los dedos algo parecido a la vida durante unos largos meses de agonía en los que sufrió ella y su familia, así como los médicos que no atinaban a encontrar la causa de tanto dolor y frustración. Y así fue como la hermana murió muerta pues durante muchos años no había sido más que un muerto en vida.


Once de Noviembre de 2006

lunes, 3 de noviembre de 2008

El tiempo debe detenerse

Pero el pensamiento es esclavo de la vida

y la vida se deja engañar por el tiempo,

y el tiempo, que cuida del mundo todo,

debe detenerse. (W. Shakespeare)

Saludos lectores,

Otra vez voy a hablar de Aldous Huxley pero esta vez con algo que no tiene nada que ver con la ciencia ficción, con una gran obra aparte de su trayectoria literaria. Escribiré brevemente sobre El tiempo debe detenerse. Título que Huxley tomó prestado de los versos de Shakespeare que amablemente os he escrito al inicio de la entrada. Esta novela la escribió en 1944 en pleno seno de su época mística, así pues puede considerarse como un ensayo filosófico-religioso que casi roza al psicoanálisis de todos sus personajes.

La trama en si puede parecer en extremo sencilla, se trata de las desventuras de Sebastián, un adolescente extremadamente tímido de engreída alma de poeta, un muchacho de diecisiete años atrapado en un cuerpo que inspira cariño y ternura debido a sus facciones infantiles. Pero eso tan solo es el pretexto para hablar de algo mas profundo, sus mentiras, sus enredos y las consecuencias de todo ello sirven de fondo para que los caracteres humanos se muestren bajo nuestros ojos en toda su magnitud y su gloria. Capítulo a capítulo Huxley va desgranando el comportamiento humano hasta llegar al epílogo dónde se muestra la humanidad en toda su grandeza y en toda su miseria; la preocupación espiritual y religiosa se refleja en un alarde de superación analítica.

Con uno de los personajes, Eustace Barnack, el lector puede descubrir el más allá de un espíritu torturado. Un lugar lleno de luces titilantes que llaman tu atención, dónde los actos más placenteros de tu vida te son mostrados como aberraciones de la naturaleza y dónde, por supuesto, el tiempo no existe. A través de Bruno Rotini podemos acercarnos a creer saber qué es aquello del conocimiento que da la paz interior, la paz del alma. Y con Sebastián recorremos el camino del dolor y la decepción que lo conducen hacia su meta personal, eso si a costa del abandono de su cuerpo a la maldición de la culpabilidad perpetua. Con Victoria descubrimos la auténtica majestuosidad de la femme fatale cauta, calculadora y absolutamente contundente en sus determinaciones. Mientras que con la señora Ockham vemos reflejado el insaciable espíritu maternal de una viuda cuarentona que intenta saciarlo a costa del desventurado Sebastián. La señora Gammble es la decrepitud de la vejez, la ceguera tanto física como intelectual hacia el mundo que la rodea y la obsesión hacia los fantasmas y las tinieblas del más allá al que ella parece burlar año tras año...

Y bueno, creo que esto es lo básico que hay que saber para adentrarse con ganas en este poco común mundo de Huxley.

viernes, 24 de octubre de 2008

Millennium; Los hombres que no amaban a las mujeres

Saludos lectores,

Recientemente he leído el primer tomo de la serie Millennium del escritor sueco Stieg Larsson. Los hombres que no amaban a las mujeres es sin duda una novela que me ha enganchado de un modo totalmente alucinante y que recomiendo a todo aquel o aquella que quiera pasar un buen rato resolviendo un misterio.

Larsson murió a causa de un fallo cardíaco a los 50 años, antes de ver publicada su primera obra. En Suecia era un reconocido periodista y reportero de guerra conocido sobre todo en calidad de experto sobre grupos de extrema derecha antidemocrática. Durante su vida participó activamente en diversas organizaciones anti-bélicas y fue, fundador, editor, director y escritor de la revista Expo altamente comprometida contra todo tipo de violencia. Escribió varios libros de investigación periodística acerca de los grupos nazis suecos y sobre las intrincadas conexiones entre la extrema derecha, el abuso del poder y los fraudes financieros. Fue amenazado de muerte en varias ocasiones por grupos de extrema derecha radical, esa fue la causa principal de su negación a casarse con su compañera de toda la vida Eva Gabrielsson, su nombre no podía aparecer en ningún tipo de registro para no ser localizado por sus enemigos, así pues todo estaba a nombre de su mujer. Sin embargo, tras su muerte su familia se ha lanzado como buitres a la carroña intentando hacerse con los bienes surgidos del brutal éxito que esta teniendo su obra. Eso si, Gabrielsson al no tener ningún lazo legal vinculado a Larsson no ha podido ver ni el asomo de una corona, todo el dinero está hiendo a parar de un modo completamente mezquino a manos del padre y el hermano de Larsson. Según su mujer, Larsson tenía pensado destinar los beneficios de los libros a la lucha contra la violencia de género y a su propia revista Expo. Tras el “boom” que ha supuesto la serie de Larsson, Gabrielsson cuenta en una entrevista que su marido dedicó tanto tiempo y tanto trabajo a luchar contra la violencia de género porque de joven, durante un viaje de placer con unos amigos, fue testigo una violación y jamás dejó de culpabilizarse por no haberla podido evitar.

Tras conocer la historia de Larsson ya estaba condenada a leerme el libro, así que me hice con un ejemplar. En una primera lectura pueden verse muchas similitudes entre el propio Larsson y el protagonista de la novela Mikael Blomkvist. Ambos son fundadores de su propia revista, Larsson es periodista de Expo mientras que Mikael investiga en la revista de militancia liberal Millenium. Sin embargo, Millenium es una revista especializada en el periodismo de investigación sobre los delitos económicos de las grandes corporaciones mientras que Expo no cuenta ni con los fondos ni con la fortaleza necesaria para ello. Sin embargo, y a diferencia de Larsson que pese a todo su ideal de vida era bastante sosegado, Mikael es un hombre apuesto siempre rodeado de mujeres que a lo largo de la novela lo vemos interactuando con personajes cada cual más sorprendente. Su jefa la bellísima e inteligente Erika Berguer es una mujer casada con un artista de éxito que aún así mantiene una abierta relación con el protagonista. Lisbeth Salander es una joven que aparenta 10 años menos de los que tiene en realidad, una inadaptada social a la que tachan de retrasada pero que sin embargo posee grandes dotes para la investigación. Henrik Vanger, el viejo y rico propietario de las fábricas familiares Vanger que en su día fueron el peso más importante de la industria sueca, ahora están en declive pero todavía no ha perdido su poder… Los hombres que no amaban a las mujeres no es la mejor obra policíaca hasta el momento, pero es un súper-ventas digno de ser leído. Explora temas quizá un poco puestos de moda, pero lo hace de una forma que en tan solo un capítulo consigue atrapar al lector de tal modo que va a verse obligado a acabar la novela de un solo tirón. Por eso lectores, os animo a que no cometáis la estupidez que cometí yo… No intentéis leer esta novela en el metro, pues resulta bastante imposible ni cometáis el gran error de leeros la contraportada porque os aseguro que fastidia nada más ni nada menos que las 400 primeras páginas. Ahora si, tenéis toda mi recomendación (que no es gran cosa) para iniciar la lectura de la serie de Larsson.

¡Buena suerte!