La vida hay que tomarla como viene. Ya se sabe que en pocas ocasiones ésta va a ser lo que de ella esperabas, pero al fin y al cabo la vida que tú conoces es la única que vas a vivir jamás. Desperdiciarla en sueños y lamentos no la va a hacer ni más real, ni más valiosa, ni más digna. Tu vida va a seguir siendo enteramente tuya por muchas vueltas que le des a su sentido. Es una única oportunidad que se te brinda de poder vivir como es debido, por eso hay que ahuyentar los malos pensamientos, la tristeza, los reproches y la melancolía no tienen sentido en una vida. Porque tiene que ser realmente auténtica y viva en toda su durada. Uno no puede estarse preguntando eternamente si es correcto o no lo que hace, si hace lo que debe o si simplemente hace lo que quiere. Porque la vida tan solo es una y hay que disfrutarla al máximo. Por muy cruel que sea, por muy dolorosa la existencia, uno siempre puede hacer frente a los malos momentos con una sonrisa, hay que intentar ser fuerte. Aún más, hay que conseguirlo. O al menos disimularlo, no se puede cargar a otro con las penas que uno tiene porque la mayoría de las veces las penas que a uno le puedan parecer las más tormentosas y horribles son superadas con creces por las penas de alguien que sigue existiendo sobre la capa de la tierra.
No hay que rendirse ni perder la esperanza, porque pase lo que pase la vida sigue. Y el mundo, también y la tierra sería tierra sin ti del mismo modo que la vida no necesita de uno mismo para seguir existiendo. Si tu mueres los demás siguen vivos, no eres indispensable tenlo siempre presente. Piensa en lo efímero que puede ser todo y asegúrate que cada uno de los momentos que vives sean dignos de ello. No te tortures, no te lamentes, no te quejes más de lo que debas. Tampoco hagas sufrir a los demás, limítate a vivir. A disfrutar de la experiencia de la vida e intenta, sobre todas las cosas, ser feliz. Porque la felicidad es eso, es la meta máxima a la que aspira un ser vivo.
Todo el mundo que se precie busca su propia felicidad, lo verdaderamente cruel es que la felicidad individual puede tropezarse muchas veces con la felicidad de otro y entonces la desdicha de alguien amarga tu felicidad. Si uno llega a ser consciente de eso, automáticamente deja de ser feliz ya para siempre. Y, quien sabe, igual sin felicidad o sin la vaga esperanza de una felicidad futura la vida no tiene sentido. Porque si uno no se da cuenta de lo que vale, el camino no llega a ninguna parte. Aún así, siempre aún en lo más oscuro del mundo, la vida acaba por tener sentido. Porque desde el momento en que se inicia una vida esta tiene un sentido, un inicio, un desenlace y un final. El problema esta en nuestro afán por demostrar que unas vidas son mejores que otras. Si todo el mundo fuese altruista harían lo posible por una felicidad colectiva, llegando así todos al sentido máximo de la vida. Pero esto es soñar. Y de sueños uno no vive. La vida es dura, cruel, asquerosa, inmunda y muchas veces decepcionante. Pero a pesar de todo es vida y el mero hecho de ser vida ya la convierte en algo indiscutiblemente valioso.
Puede ser paradójico pero pocos son los miserables que llegado el momento no suplican por seguir viviendo, por muy rastrera y repulsiva que haya sido su propia vida. Así pues, la vida en si es algo importante y para vivir con algo de consecuencia y algo de sentido en ella misma hay que intentar, al menos, por todos los medios llegar a un atisbo de felicidad. Aunque suene imposible si uno pone todo su empeño y se dedica a afrontar los nimios problemas que nos empeñamos en hacer que parezcan montañas con una sonrisa, buena voluntad y ganas de solventarlos lo mejor posible, se puede llegar a conseguir una vida verdadera. El camino está marcado, tan solo hay que seguirlo. Esta en las manos de uno mismo ser feliz o desdichado, uno puede escoger su propio destino. Pues el destino divino no existe, todo son consecuencias a los actos propios o a las condiciones a las que se ha visto expuesto uno mismo. Así pues, vive.
Que la vida, 2009