jueves, 30 de abril de 2009

Poe, el immortal

Saludos lectores,

Como sabéis (y si no os lo hago saber yo aquí) este año es el año Darwin ya que se conmemora el 200 aniversario de su nacimiento y el 150 aniversario de su obra El Origen de las Especies. Al menos en el mundo por el que yo me muevo se le ha dado mucha importancia a este evento, normal, si algo tiene la biología es la figura de Darwin como emblema. Pero con tanto bombo casi se me ha pasado por alto que éste también es el año de Edgar Allan Poe, y como gran escritor se merece un reconocimiento por mi parte. Así que lo mínimo que puedo hacer desde mi postura de humilde lectora es ofrecerle un espacio en mi blog única y exclusivamente dedicado a él y su obra.

Se quedó huérfano a muy corta edad siendo recogido por el matrimonio Allan que jamás acabó por adoptarlo legalmente. Estudió en la Universidad de Virginia y de muy joven se enroló en el ejército. Pese a que su alma era de poeta muy pronto se vio obligado a escribir prosa (relatos y críticas literarias para algunos periódicos de la época) por razones económicas. Revolucionó el mundo de la novela gótica, sobre todo el cuento de terror. ¡Tenemos que darle gracias a su pobreza por tamaña grandiosidad! Sus relatos cortos son simplemente geniales, pocos escritores han conseguido mantenerme en vela casi toda una noche con tan solo cuatro páginas de un libro. Recomiendo a todo aquel que desee pasar una noche rodeado de fantasmas, muerte y sombras oscuras un tanto tocadas por la maldad que se haga con un ejemplar recopilatorio de sus cuentos de terror.

Si los más conocidos y mejor tratados por las críticas sobrecogen a cualquiera como El gato negro, El barril de Amontillado, El corazón delator o La caída de la Casa Usher, hay algunos, de no tanto renombre e igual también mas flojos literariamente hablando, que destapan con mucha más claridad una mórbida e incluso sádica obsesión por la muerte incluyendo los efectos de la descomposición de los cadáveres. Podría ser el caso de La verdad sobre el señor Valdemar y Entierro prematuro que además son un ejemplo también del aire tenebroso con el Poe que envuelve siempre a la muerte. Muertes falsas, cadáveres catatónicos que vuelven a despertar, angustias desesperantes, encierros claustrofóbicos en un ataúd estrecho… Símbolos que han acabado por formar parte del mundo de Poe y que ya nadie puede desprenderlos de su esencia.

Fue considerado también como el inventor del género detectivesco y aquí sin duda hay que destacar su relato de Los crímenes de la calle Morgue cuyo asesino acaba por ser el asesino más sorprendente de todos los tiempos. Por muchas obras de detectives o policíacas que haya leído, este relato se alza sobre todos ellos como el de final más impactante. De so obra poética poco puedo comentar, pues solo me leí el poema de El Cuervo. De todos modos, dicho poema sobrecoge a cualquiera, la imagen de un mortífero cuervo negro posado sobre el busto de la diosa Atenea es difícil de mejorar.

Vivió inmerso en la muerte y hay varias historias que rodean su propio fallecimiento. Tanto los informes médicos como el certificado de defunción se perdieron, los periódicos de la época afirman que Poe murió a causa de su alcoholismo. Pero hoy en día la causa de la muerte sigue siendo un misterio, aunque se cree que pudo deberse al abuso de agentes electorales que durante esa época solían valerse de pobres incautos para emborracharles y hacerles votar varias veces por el mismo candidato. Y así, rodeado de misterio hasta el final Poe descansa en una tumba de Baltimore con su propio cuervo de guardián.

lunes, 13 de abril de 2009

Las Uvas de la Ira

Saludos lectores,

Tras mucho tiempo sin aparecer por aquí vuelvo a las andadas para escribir sobre uno de los libros que a fecha de hoy puedo catalogar como de entre mis preferidos. Me refiero a Las Uvas de la Ira de John Steinbeck, ganador del premio Pulitzer en 1940 y del Nobel en 1962.

La obra transcurre durante los años 30, después de la gran crisis económica que envolvió los Estados Unidos tras el crak del 29. Describe como los pequeños productores agrícolas son expulsados de sus tierras por las grandes empresas debido a un cambio en la explotación de estas. Dicho cambio prácticamente les obliga a abandonar su vida en las áridas tierras de Oklahoma para adentrarse en un peligroso viaje hacia California donde el tipo de agricultura requiere mucha mano de obra. Los protagonistas son la familia Joad, viajamos con ellos a través de Estados Unidos montados en un camión improvisado, escasos de víveres con las esperanzas puestas en una nueva vida con mejores condiciones en la lejana, y para ellos desconocida, California.

De la pobreza y la miseria más absoluta se alzan poderosos el ansia por compartir y el método del buen cristiano de tender la mano a aquellos que como tú, lo necesiten. Las familias que se han visto obligadas a unirse a un éxodo común para toda la Norteamérica que vive su época más triste, son abnegados hombres y mujeres dispuestos a trabajar a cualquier precio. Pendientes de las bocas de deben alimentar no discuten ni montan bronca por temor a ser incluidos en “la lista negra” de la que depende su trabajo y de ello, su futuro. Tratados peor que a los animales, despojados casi del todo de su dignidad, tienen que sobrevivir para ayudar a los suyos. Cuatro brazos son más que dos, cuatro manos recogen más algodón, más melocotones… ni siquiera los niños merecen descanso. Acompañados de la figura del predicador que ha dejado de creer en un Dios todopoderoso para intentar comprender mejor la verdadera naturaleza del hombre, porqué hace lo que hace y se condena por hacerlo, los Joad sobreviven entre millones de supervivientes que no van a dejar de ser humanos pase lo que pase.

En 1949 John Ford llevó al cine la novela con una película de título homónimo. La película es extremadamente fiel a la novela excepto en quizá lo más importante, el final. La novela acaba con la figura de la rolliza Rose of Sharon, encarnación de la juventud y la salud dando de mamar a un pobre hombre decrépito, casi desfallecido por inanición. La ternura de la imagen, el no tener nada y darlo todo es tan grande, tan absoluto que casi raya la perfección. Cambiar el final es como cambiar el espíritu y el significado de la obra.