martes, 23 de diciembre de 2008

El guardián entre el centeno (JD Salinger) vs Botchan (Soseki, Natsume)

Saludos lectores,

Tengo el honor de presentaros una entrada que me ha enviado un amigo que desea permanecer en el anonimato. Poco puedo decir yo a modo de introducción sobre los dos libros que nos presenta ya que no he tenido el placer de leerlos. De todos modos, espero que disfrutéis con su crónica:

Nos encontramos ante dos de las novelas narradas en primera persona más comparadas a lo largo de la historia. Botchan, escrita en Japón en 1906 y The catcher in the rye, 1951. Las diferencias contextuales son más que evidentes, situándose la novela japonesa en la primera madurez de un joven casi huérfano de provincias intentando hacer frente a la emancipación y la vida adulta con su primer trabajo como maestro en una escuela de un pueblo bastante perdido en una isla sureña, mientras que la americana nos habla de un mal estudiante de College que vuelve a fracasar en los estudios y las relaciones personales en un Colegio mayor estadounidense y, más adelante en la novela, en la ciudad que nunca duerme y para con la familia. Las radiografías sociales de ambas obras son excelentes, después de leer el libro de Soseki uno se transforma en un conocedor de los valores y cultura japoneses tradicionales pero también de la creciente influencia del estilo de vida occidental en esos años (en la actualidad tal vez ya completa según podemos leer en los muy celebrados libros de Murakami). Después de leer la primera obra de Salinger uno acaba odiando la gente de los colegios-internados americanos (sólo publicó cuatro títulos entre 51 y 63. Sigue vivo pero no publica novelas).
Sin embargo, el paralelismo entre los dos personajes es evidente: pérdidas familiares tempranas, cierta dificultad en la comunicación con la gente (sensación espectacularmente ampliada gracias a las licencias gramaticales y morfo-sintácticas que los escritores se tomaron en su momento aunque hoy están al orden del día), gran actividad cerebral, nobleza. Estos rasgos, aunque son poco frecuentes en los personajes principales de las novelas, cuadran perfectamente con el ideal del héroe trágico griego. Esto es: Grandes cualidades, pero algún defecto que acerque al protagonista al espectador. No hay novela en que este perfil no se dé (Don Quijote y su locura, Hamlet y sus cavilaciones, los personajes de Auster y sus adicciones o los personajes de Kundera y sus inseguridades. También en los cuentos Disney se repite el esquema. Simba y su asesinato, Aladín y su ansia de poder, la Bestia y su maldición, etc.). Pero en estos dos personajes, parece que la imperfección y la “pringadez” es más evidente que las bondades, por ello se les atribuye a veces el adjetivo "anti-héroes".
A parte de todo esto, hay que mencionar también el toque melancólico de El Guardián entre el centeno, con su frase final brillantísima "No cuenten nunca nada a nadie. Si lo hacen, empezarán a echar de menos a todo el mundo", que podemos paralelizar muy bien con la vieja criada que en ausencia de la madre de Botchan, le cuidaba y mimaba a pesar del pasotismo de su padre y su hermano mayor.

El contenido reflexivo de ambas obras no es extraordinariamente profundo, pero en ambas se habla de la educación y la falta de ella, de la pérdida de valores de la que hoy somos todos víctimas, desde el nihilismo, desde la sensación de vacío de los dos protagonistas. Ambas historia ilustran períodos muy cortos (unas semanas Soseki, cinco o seis días Salinger), pero siempre desde la nitidez del recuerdo fotográfico y con cierto toque poético y capacidad de goce espiritual con el exterior.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Memorias de Adriano

Saludos lectores,

Esta entrada se la dedico a los dos amigos que me propusieron leer conjuntamente Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, por haber sido tan perspicaces al escoger tan buen libro. El año pasado ya hicimos una práctica semejante con El Extranjero de Albert Camus y los resultados fueron bastante interesantes. En un principio tenía la intención de obligarles a hacer una entrada conjunta, pero como veo que no terminan de acabarlo espero poder conformarme con un extenso comentario de su opinión o de su experiencia al leerlo.

Siempre he tenido una simpatía irracional hacia la época romana, supongo que tuve una especie de revelación con Yo Claudio y posteriormente me dejé seducir por la figura de Julio César. Sin embargo del emperador Adriano sólo había oído hablar una vez, fue en mi viaje a Egipto cuando tendría 13 años. Contemplando al impertérrito coloso de Memnón mi padre me hizo acercarme más que cualquier turista y mostrarme como gravado pacientemente en la piedra se podía leer claramente ADRIANO. No se porqué olvidé esta anécdota hasta que resurgió forzosamente de las profundidades de mi subconsciente al leer este libro. En un capítulo del mismo libro, cuando Adriano, destrozado por la muerte de su joven y bello amante Antínoo, se deja arrastrar por la corte de su despechada mujer para oír el lastimero quejido del coloso guardián de la ciudad es poseído por un extraño instinto de dejar marcado su nombre para la posteridad.

No cabe duda que Margueritte Yourcenar hizo un extraordinario trabajo de investigación para escribir este libro. El libro coge la forma de epístola que el emperador Adriano escribe a Marco Aurelio, su nieto político. Está narrado siempre en primera persona, con los sentimientos, los puntos de vista y las profundas cavilaciones del emperador expresadas de modo claro y contundente. Adriano medita sobre sus triunfos y sus derrotas, sus experimentos en las diversas religiones, su amor por la filosofía, la música y la poesía así como su indiscutible pasión hacia su ya nombrado amante Antínoo. Al principio me costó bastante situar en un marco histórico a Adriano, por eso tuve que remediar mi ignorancia investigando un poco al respecto. Pronto supe que Adriano fue emperador en el siglo II después de Cristo, en una época en la que prácticamente se había dejado de creer en los dioses romanos pero en la que aún no se había asentado el Cristianismo. También averigüé (aunque no me hubiese costado demasiado leer unas cuantas páginas más dónde queda aclarado a la perfección) que Adriano fue el hijo adoptivo de Trajano y, a su vez, también fue el padre y el abuelo adoptivo de Antonino Pío y Marco Aurelio. Sabía que la época de Trajano fue la mayor época de expansión del Imperio Romano pero aprendí que la era de Adriano fue “casi” equiparable a la Pax Romana de Octavio Augusto. Adriano como buen emperador-filósofo abogó por el diálogo, intentó minimizar las guerras al máximo ya que su predecesor estuvo, incluso, demasiado predispuesto a ellas y logró mantener un Imperio en una época en la que todo apuntaba a su desmoronamiento.

En mi opinión, Memorias de Adriano se trata de una novela que a su vez puede considerarse una clase magistral de historia antigua. Sin duda, altamente recomendable.