Saludos lectores,
Es en verano cuando uno dispone de más tiempo que nunca para leer. Durante esas largas horas muertas del mediodía o las primeras de la mañana en las que nunca hay gran cosa que hacer mi pequeño gran placer es sumergirme en la lectura de un buen libro.
Por consejo de mi madre desempolvé La elegancia del erizo de Muriel Barbery y en seguida me quedé atrapada entre sus páginas. La novela transcurre en el número 7 de la Rue Grenelle, un elegante bloque de pisos burgués de París. En este aparentemente normal edificio conviven personajes típicos burgueses con sus tópicos y sus hábitos esperados a la vez que complejos y enrevesados personajes como Paloma, la solitaria niña de 12 años o Reneé la aparentemente huraña portera. La llegada de un misterioso nuevo inquilino desencadena una serie de cambios importantes en las vidas de algunos de sus habitantes.
Es una novela amable, fácil de leer en la que poco a poco vas descubriendo los secretos de sus personajes, sus anhelos, sus gustos y su amor por la cultura, por la intelectualidad y un sinfín de similitudes de ellos con su adorada Anna Karénina. Pese a que esta novela tuvo mucho impacto en 2007, el año de su publicación, yo no tenía especial interés en leerla. Pues el título no me atraía y, inevitablemente, había visto los carteles de la película. Varios conocidos míos que si han visto el film lo recomiendan firmemente, casi tanto como yo recomiendo la lectura del libro.
Ahora mismo tengo entre mis manos la lectura de otras dos obras dignas de ser mencionadas: El tiempo entre costuras de María Dueñas y El cielo es azul, la tierra blanca. Una historia de amor de Hiromi Kawakami. El libro de María Dueñas lo leo por las noches antes de acostarme o bien al mediodía mientras me rodea el cálido ambiente de la siesta. La novela transcurre en Tetuan, poco antes del golpe de estado. Sira Quiroga una humilde modista madrileña debido a un giro inesperado de su vida se ve obligada a trasladarse a Tetuan y fundar allí un elegante taller de alta costura por el que irán pasando personajes importantes. Es una novela de las de antes, de aquellas que mi abuela bautizaba como novelón porque tenían las cosas esenciales para un gran drama: un gran amor, personajes principales resueltos, un pasado turbio, un futuro incierto y mil y un problemas a los que hacer frente.
Por otro lado, la novela de Hiromi Kawakami la leo por las mañanas en mis visitas a la playa. Este hábito de lecturas tan solo es debido al volumen de los libros, trasladar el abultado libro de 888 páginas de María Dueñas resulta mucho más costoso que viajar con el liviano libro de Kawakami de tan solo 211. En esta novela los personajes son oscuros, solitarios y japoneses hasta la médula. Tsukiko tiene 38 años y vive una vida solitaria entre fantasmas y oscuras obsesiones en las que considera que ella no está dotada para el amor. Hasta que un día coincide por casualidad en una taberna con su antiguo maestro de japonés. Entre ambos establecen un pacto para compartir sus respectivas soledades en compañía; comen juntos, pero separados por un taburete, beben lo mismo pero cada uno de su botella... Pero en realidad pese a sus fantasmas y su pasado les cuesta separarse el uno del otro. La fina prosa de Kawakami es un placer para todos los sentidos, paso a paso, muy sutil, muy lentamente se descubre el acercamiento de dos almas solitarias que pese a todo necesitan comprensión y compañía. Un descubrimiento literario que recomiendo a todo aquel que quiera vivir sin prisas, disfrutar de la belleza del transcurrir del tiempo y de la maravillosa contemplación del movimiento.
Tengo otros libros en la cola esperando que los abra a lo largo de este verano, confío en tener mucho tiempo libre y que sea un agosto muy productivo para mi hambre de literatura.
¡Buen verano a todos!
miércoles, 25 de julio de 2012
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